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Cierre de fronteras: COVID-19 y uso político de la migración venezolana

Escrito por Manuel Alejandro Núñez
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La tragedia de los migrantes venezolanos está siendo agravada por las medidas contradictorias de las autoridades colombianas, y por la xenofobia utilizada como bandera electoral.

Manuel Núñez*

Fronteras cerradas

El gobierno colombiano extendió el cierre de todas las fronteras terrestres hasta el 16 de enero, y esto por supuesto incluye las fronteras con Venezuela.

La negativa del gobierno a reabrir esta frontera se basa en los argumentos de que debe impedirse la migración desordenada de venezolanos expulsados por la crisis y, que la inexistencia de controles epidemiológicos en este país elevaría las tasas de contagio en Cúcuta y Norte de Santander, cuyas unidades de cuidados intensivos (UCI) ya tienen un 92 % de ocupación.

Desde mediados de octubre del año pasado, el gobierno había ordenado militarizar varios sectores de la frontera, lo cual aumenta los riesgos para los migrantes o refugiados venezolanos que pretenden ingresar al territorio nacional.

La tragedia del migrante

Bajo las circunstancias anteriores, cerca de 500 migrantes diarios arriesgan su vida e integridad cruzando la frontera desde Venezuela. Ellos viajan de forma irregular y por puntos peligrosos, a merced de traficantes y grupos ilegales que les cobran el paso por sus zonas de influencia. El reclutamiento forzado, la violencia sexual y la trata de personas son los peligros principales que acechan sobre todo a las mujeres, los jóvenes y los niños.

Entre los incidentes que ilustran la gravedad del peligro cabe mencionar los que siguen:

  • En octubre murieron cuatro migrantes cuando se volcó el camión en cuya parte trasera viajaban.
  • El 16 del mismo mes, dos mujeres adolescentes desaparecieron tras pedir un aventón en Santander.
  • En octubre y noviembre, a través de redes sociales y medios de comunicación se conocieron fotografías y videos de peligrosos cruces de migrantes a través del torrentoso río Táchira.
  • En noviembre, algunos medios de comunicación informaron sobre la muerte o el abandono de niños venezolanos en el intento de ingresar a territorio colombiano.

Inútil y xenofóbica

Pero los cierres y la militarización de las fronteras no sirven para disminuir de veras el flujo de migrantes. Por ejemplo, aunque el gobierno venezolano cerró la frontera en 2015, se estima que 329.478 venezolanos ingresaron durante ese año a Colombia.

Recientemente se han registrado aglomeraciones de migrantes en el municipio de Pamplona (Norte de Santander). Y la razón es simple: la pandemia es un motivo adicional para que muchas personas traten de abandonar el territorio venezolano; el carácter clandestino de esta nueva migración no hace más que agravar el peligro de contagio en territorio colombiano.

A la falta de controles sanitarios por parte del gobierno colombiano se añade por supuesto la irregularidad en el estatus de los venezolanos. Los mecanismos de regularización solo pueden aplicarse a quienes tengan sellado su pasaporte; incluso el sistema que comenzó a regir el 15 de octubre pasado – el Permiso Especial de Permanencia —no cubre a quienes no tengan esta rúbrica.

Desde mediados de octubre del año pasado, el gobierno había ordenado militarizar varios sectores de la frontera, lo cual aumenta los riesgos para los migrantes

Además, las autoridades de los municipios receptores han expresado su inconformidad frente al flujo de migrantes. Por ejemplo, el alcalde de Pamplona rechazó la construcción por parte del gobierno nacional de un centro de atención a migrantes, ordenó el cierre de otros varios centros y ha tratado de impedir su ingreso al casco urbano del municipio. Los alcaldes de otros varios municipios fronterizos afirman que sus redes de atención han colapsado como consecuencia del flujo de venezolanos.

Por eso se están intensificando la xenofobia y la discriminación contra los venezolanos: los gobernantes acuden a medidas restrictivas y a discursos nacionalistas para ocultar sus errores de gestión.

Foto:Presidencia de la República Los discursos ambivalentes del gobierno pueden dar lugar a actos de xenofobia.

Contradicción insostenible

Al anunciar la militarización de la frontera, dijo el presidente Duque que ella serviría para controlar las “trochas” y hacer que los migrantes utilizaran las vías regulares y ordenadas.
Pero este discurso contradice la supuesta posición del gobierno sobre los venezolanos que llegan a Colombia y sobre los derechos humanos en el vecino país.

En efecto: Duque insiste en denunciar las violaciones de los derechos humanos perpetradas por Maduro, y sin embargo desconoce que los migrantes huyen de su país por razones humanitarias.

El gobierno colombiano no reconoció las elecciones parlamentarias y ha denunciado las torturas y abusos sistemáticos contra opositores del régimen venezolano: por eso, en vez de cerrar las fronteras, debería reconocer el carácter de refugiados a quienes han sido víctimas de ese gobierno ilegítimo.

Como señala Stephanie López, el gobierno colombiano viola el principio internacional de no devolución (non-refoulement): según los registros de Migración Colombia, han sido devueltos cerca de 5.000 migrantes venezolanos, lo cual pone en riesgos sus vidas o su integridad y la de sus familias.

Por eso tanto la ONU como la OEA han exhortado a los países latinoamericanos a reconocer a los migrantes venezolanos como refugiados.

El uso electoral de los migrantes

El presidente Duque ha mantenido un discurso público de receptividad, solidaridad y generosidad frente a los migrantes venezolanos, e incluso ha censurado los comentarios xenofóbicos de algunos mandatarios locales.

Por ejemplo en abril de 2020, cuando Claudia López sostuvo que los migrantes eran “una carga”, Duque sentenció que “Los migrantes venezolanos enfrentan la dictadura y ahora una pandemia. Pese a [las] dificultades, seguiremos trabajando para ellos con [los] programas sociales que tenemos y continuaremos haciéndolo de la mano con alcaldes y gobernadores”.

Pero ese discurso contradice las posiciones más recientes del gobierno, cuando afirma que los migrantes representan un peligro para la salud de los colombianos y para la seguridad ciudadana y nacional; por esto, ha amenazado con deportar a los “extranjeros” que estuvieran involucrados en las protestas de septiembre.

A comienzos de enero el presidente añadió que algunos venezolanos tratarán de interferir en la política colombiana, solicitando la nacionalidad para alterar el resultado de futuras elecciones.

De esta manera el gobierno del Centro Democrático utiliza el discurso frente a los migrantes con fines políticos: por una parte, los presenta como el chivo expiatorio de las protestas legítimas de los ciudadanos; por otra, como portadores del socialismo o del “castrochavismo” que con su ayuda pretende tomarse el gobierno.

En conclusión

Los múltiples discursos del gobierno colombiano frente a los migrantes venezolanos pueden provocar actos de xenofobia y discriminación:

En primer lugar, como señala Mauricio Palma, se pueden construir categorías excluyentes de otredad entre locales y extranjeros. Esto formaría barreras entre ambos grupos, que aumentarían la discriminación contra quienes de manera artificial han sido concebidos como diferentes.

En segundo lugar, se puede dar un uso político de la migración. So pretexto de la pandemia y de la seguridad nacional, la movilidad humana serviría como argumento populista y electoral, para adoptar medidas restrictivas frente al refugio y a la migración.

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