Cien años de soledad en Netflix o la mala hora de la imaginación - Razón Pública
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Cien años de soledad en Netflix o la mala hora de la imaginación

Escrito por Nicolás Pernett
cien años de soledad en el cine

Nicolas PernettLlevar a la pantalla la máxima obra de Gabriel García Márquez es una mala idea que demuestra el actual predominio de la imagen por encima de la imaginación literaria.

Nicolás Pernett*

Nunca en cines

El pasado 6 de marzo se anunció que Cien años de soledad sería adaptada en el formato serie para la plataforma Netflix. La noticia hubiera trascendido pero no tanto si no fuera porque se sabe que Gabriel García Márquez se había opuesto durante casi cincuenta años a que este libro se llevara a la pantalla. Sin embargo, cinco años después de su muerte, sus herederos decidieron olvidar las reticencias de su padre y apostaron por una serie con la saga de los Buendía.

Hay que recordar que García Márquez no era extraño al mundo del cine y la televisión; y si se negó a que la historia de Macondo se contara cuadro a cuadro fue porque conocía muy bien de qué era capaz la narración audiovisual y de qué no. No se puede decir que desconfiara ni mucho menos despreciara el cine o la televisión. Por el contrario, trabajó en esta industria varios años, aceptó que se hicieran numerosas adaptaciones de sus obras y estuvo implicado en algunos de estos proyectos como consultor e incluso como actor.

Tampoco se puede decir que le faltaran propuestas. Casi desde que Cien años de soledad se hizo un éxito internacional le llegaron peticiones para convertirla en película. A todas dijo que no, incluida la famosa proposición de Anthony Quinn en 1982, quien le ofreció un millón de dólares para encarnar al coronel Aureliano Buendía.

Y entre las muchas cartas de interesados en los derechos de esta novela que reposan en sus archivos personales en la Universidad de Texas, se destaca el descabellado proyecto de un productor norteamericano que le prometió que si lo aceptaba haría con Cien años de soledad “la producción independiente más grande de la historia”, con las actuaciones de Johnny Depp como Aureliano Buendía, Russel Crowe como José Arcadio, Robert de Niro como Melquíades, Susan Sarandon como Úrsula Iguarán, y con otra docena de estrellas del momento, bajo la dirección de Peter Jackson.

A pesar de estas propuestas que algunos podían llamar tentadoras, García Márquez siempre fue escéptico sobre la posibilidad de ver en imágenes en movimiento la historia de la familia Buendía o sus otras obras escritas en el estilo que se ha llamado “realismo mágico”, como El otoño del patriarca o “Los funerales de la Mamá Grande”.

La razón de esto es que el efecto de estas obras no está solamente en la trama que cuentan sino en la arquitectura literaria construida en ellas: el manejo plástico del tiempo, las enumeraciones barrocas, los adjetivos sazonadores y la evaluación omnisciente del corazón de los personajes, entre otros trucos de la carpintería garciamarqueana.

El escritor sabía muy bien que el hechizo netamente literario de estas novelas no podía repetirse en la pantalla, aunque no estaba cerrado a la posibilidad de que algún director creativo, como Akira Kurosawa o Emir Kusturica, hiciera una obra propia (no una adaptación) a partir de El otoño del patriarca. Pero no de Cien años de soledad.

Netflix y cien años de soledad

Foto: Flickr
Netflix llevará Cien años de Soledad a la pantalla.

En varias entrevistas (y en sus repetidas negativas a las propuestas que le hicieron) García Márquez dejó claro que no quería que este libro fuera llevado al cine. Entre otras razones, porque no quería que los personajes quedaran asociados para siempre a la cara de un actor o actriz particular (que no pasara lo de El padrino, por ejemplo, que ahora nadie puede leer sin ver a Marlon Brando o Al Pacino en su cabeza).

Puede leer: Cien años de soledad: 50 años de un fenómeno inabarcable.

¿Dónde está la magia?

La reticencia de García Márquez a la adaptación de Cien años de soledad estaba motivada entonces por un respeto sagrado a los poderes particulares de la palabra escrita y de la relación que cada lector establece con el libro que tiene entre sus manos.

García Márquez era consciente de que la magia de esta obra no estaba solo en decir que un muerto aparecía en forma de fantasma, sino en que las frases se acoplaran al ritmo de la respiración del lector, en ubicar la trama en un tiempo difícil de precisar y en que cada uno construyera en su cabeza la imagen de personajes como Remedios, la bella, aquella doncella de belleza mortalmente perturbadora (a propósito, ¿cómo harán el casting de Remedios, la bella, para la pantalla? ¿Será una niña de facciones finas y blancas? ¿Tendrá un rostro arábigo como Scherezada? ¿Por qué no puede ser una hermosa negra caribeña?).

Como es de esperarse, todas estas sutilezas propias de la palabra escrita e imaginada se perderán en la adaptación audiovisual y Remedios, la bella, no será el ser más hermoso de la Tierra que sube en cuerpo y alma gracias a las artes de la poesía, sino una actriz a la que arrastrarán cuerdas colgadas del techo frente a una pantalla verde chroma key.

Cien años de soledad era uno de los últimos bastiones de la imaginación puramente literaria.

Para mí esto es lo lamentable de la adaptación. En estos tiempos en los que se confunde la magia con los efectos especiales y la seducción narrativa con cortes acelerados en el montaje, Cien años de soledad era uno de los últimos bastiones de la imaginación puramente literaria, esa especie de sexto sentido que nos permite construir mundos, tiempos y personajes a partir de la página escrita.

Esto no quiere decir que el cine o la televisión no sean grandes vehículos de creación e imaginación. No obstante, su omnipotencia narrativa en las últimas décadas parece estar llevándonos a la atrofia de las capacidades imaginativas que no se traducen necesariamente en imágenes. Al punto que tal vez algún día solo seremos capaces de reconocer los colores que aprendamos de las pantallas que nos muestran nuestros sueños posibles.

Esta dictadura de la imagen visual hace rato sentó su bandera en la literatura de masas. Es cierto que no mató las ventas de libros, todo lo contrario, las ha disparado como nunca antes. Pero siempre y cuando sean textos que siguen los parámetros narrativos del cine, casi para que el lector monte la película en su cabeza mientras lee. No otra cosa son todos esos guiones que posan de novelas que han encabezado las listas de best-selleres con historias de crímenes de sadomasoquistas vampiros adolescentes que aprenden magia en una academia regentada por una vieja secta que planea dominar el mundo. O algo por ese estilo.

De vuelta a la página

serie cien años de soledad Gabriel Garcia Marquez

Foto: Flickr Secretaría de Cultura de la Nación-Argentina
Cien Años de Soledad.

Por supuesto, es posible que de la adaptación de Cien años de soledad salga una gran serie que repita la calidad del libro original. Aunque, evidentemente, no podrá hacerle justicia a la complejidad de la novela, no solo porque ninguna adaptación puede serle fiel a su original, sino porque Cien años de soledad es una obra con más capas que una cebolla.

¿Cuál de todas las cuerdas que resuenan en esta novela será la central en la nueva producción?

El libro es la épica de fundación y destrucción de un pueblo en el que se sintetiza la historia de América Latina, pero también es un culebrón dramático que muestra los encuentros y desencuentros de una familia incestuosa, al mismo tiempo que es un ejercicio poético que busca capturar la totalidad del mundo y una fábula sobre los peligros del olvido y del mal amor, entre muchas otras cosas. ¿Cuál de todas las cuerdas que resuenan en esta novela será la central en la nueva producción? ¿Cómo podrán mezclarse varias de ellas sin perecer en el intento?

Lo más probable es que la serie sea un éxito y quizás eso lleve a muchos a leer el libro original. Es también posible que entre estos nuevos lectores algunos logren librarse de la mediación de la imagen visual y se olviden de la adaptación cinematográfica. Entonces podrán de nuevo adentrarse en el asombro de descubrir y fundar un mundo con la familia Buendía, y seguir sus esperanzas y decepciones por más de un siglo, sin poder despegarse y sin saber bien qué es lo que se les remueve en el pecho con cada capítulo.

Y quizás al final se den cuenta de que en el fondo de lo real pero innombrable que sintieron mientras leían reposan intactos los manuscritos de Melquíades, como una escritura secreta que cada lector completa con su propia vida, como el canto de las sirenas del más allá. Y comprenderán que este es un misterio imposible de recrear en un estudio de grabación en Los Ángeles.

En ese momento la literatura podrá pavonearse de nuevo porque sus poderes clarividentes seguirán intactos en el mundo, a pesar de que media humanidad haya encencido la luz de mil pantallas para evitar encontrarse a solas con lo que duerme en la oscuridad del alma.

*Historiador.

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