El encuentro entre los presidentes de China y Estados Unidos sirvió para recordarnos que el problema geopolítico central es la puja entre los dos países más ricos y poderosos del mundo. Estas son sus diferencias.
Carlos Patiño*
Primer encuentro
Esta semana tuvo lugar la primera reunión personal entre los presidentes Joe Biden y Xi Jinping.
El encuentro se produjo en el marco del foro anual del Grupo de los Veinte (G20) en Bali (Indonesia). La conversación se prolongó durante unas tres horas, y ambas cancillerías mostraron su satisfacción por el tono positivo del encuentro y la autorización de los presidentes a sus altos funcionarios para restablecer las comunicaciones referentes al medio ambiente, el alivio de la deuda de los países más pobres, y otros temas menores de la agenda bilateral.
Las comunicaciones se habían interrumpido el pasado mes de agosto, a raíz de la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Estados Unidos, Nancy Pelosi, por sobre las duras objeciones de Pekín y la intensificación de sus ejercicios militares alrededor de la isla. Este evento a su turno había marcado el punto bajo del deterioro sostenido de las relaciones entre los dos países que se ha venido registrando desde hace varios años.
El encuentro alivió las tensiones inmediatas, pero estuvo lejos de acortar las distancias crecientes y peligrosas entre los dos países más ricos y poderosos del mundo, tensiones que podemos resumir en cinco acápites: influencia geopolítica, Taiwán, Ucrania, comercio y Corea del Norte.
Influencia geopolítica
La pugna geopolítica entre Washington y Pekín incluye su competencia por controlar las rutas para el intercambio comercial, inversión en infraestructura de los países menos desarrollados, y ejercicio de influencias políticas duraderas.
En ese sentido conviene recordar que la secretaria de Estado de Estados Unidos en 2012, Hillary Clinton, le había propuesto al ministro de relaciones exteriores de la India la creación de una nueva ruta de la seda impulsada por los países occidentales.
Pero esta iniciativa fue asumida por Xi Jinping tras su acceso al poder en 2013, y para 2018 ya se había extendido a más de 80 países, que sumaban alrededor de 4.400 millones de habitantes y representaban el 29 % del PIB mundial.
Taiwán
China considera que Taiwán es parte de su territorio, y esta isla tiene en duda su condición de Estado soberano, porque la reconocen apenas cerca de una docena de países en el mundo.
Estados Unidos mantiene una posición ambigua al respecto, aunque una ley de 1969 dice que deberá intervenir en el caso de una invasión militar ordenada por Pekín. Esta política de “ambigüedad deliberada” se encuentra cada vez más con la construcción de bases y el aumento de la presencia militar de China; para el Partido Comunista reinante, la reincorporación de Taiwán es un punto de honor que deberá cumplirse en un futuro no lejano y si es preciso por medio de la fuerza.
Xi trata de convencer al mundo de que China es un país pacífico y estabilizador, que promueve mecanismos de solución a los principales conflictos internacionales.
La intervención creciente de Pekín en la política interna de Hong Kong y su represión del movimiento a favor de la democracia es otra fuente de tensión con Occidente, frente a una China que cada día es más nacionalista.
Ucrania
A diferencia de Estados Unidos, China no critica abiertamente a Rusia. Se ha comportado como su aliado, aunque hasta este momento no le haya suministrado equipos ni asistencia militar.
La diferencia de posiciones es clave por dos razones. Por un lado, la invasión rusa a Ucrania es un crimen de agresión internacional, al que se le han sumado serias acusaciones de crímenes contra la humanidad. Por el otro, al parecer, el gobierno de Beijing ha estado muy atento a lo que pueda suceder en Ucrania para aprovecharlo en el caso de Taiwán.
Comercio
Las sanciones comerciales comenzaron bajo el gobierno Trump, pero siguen vigentes y se han reforzado bajo el gobierno Biden. Este conflicto tiene tres vertientes principales:
- La competencia tecnológica aunada al espionaje industrial;
- Las restricciones para una competencia abierta por parte de las compañías estadounidenses dentro de China, y
- La falta de transparencia de los entes reguladores chinos en materia financiera, control de los monopolios y otros temas relacionados.
El gobierno de Biden estableció nuevos mecanismos para vigilan y limitar la capacidad de las compañías chinas para invertir en las tecnologías claves de Estados Unidos, particularmente los microchips. Además, Estados Unidos viene tomando decisiones de fondo para reducir su dependencia de Taiwán, principal productor de microchips en el mundo.
Por eso Biden quiere demostrar que Estados Unidos sigue teniendo el músculo financiero, tecnológico y militar para liderar los asuntos globales, como la pandemia o la guerra en Ucrania.
Corea del Norte
El Estado de Corea del Norte surgió debido a una guerra apoyada por Stalin.
Desde hace varias décadas, Corea del Norte es un Estado tapón que le sirve a China para mantener alejado a Estados Unidos, el aliado de Corea del Sur, que es protegido además por Japón. La existencia de este país como Estado soberano es un hecho atribuible de manera exclusiva al interés geopolítico de China.
La lucha por el liderazgo
En este contexto, es comprensible que ambos mandatarios traten de mantener o aumentar su liderazgo en el escenario internacional.
Xi Jinping ha reforzado su poder interno y ha ampliado su margen de maniobra, como se hizo evidente en el reciente Congreso Nacional del Partido Comunista, del cual fue expulsado de manera humillante su predecesor Hu Jintao.
Xi trata de convencer al mundo de que China es un país pacífico y estabilizador, que promueve mecanismos de solución a los principales conflictos internacionales. En Estados Unidos por su parte toma fuerza la idea de que China es una potencia en consolidación con un serio carácter agresivo, que además está dispuesta a las acciones militares, como en el caso de Taiwán.

Biden se esfuerza en abrir diálogos diplomáticos, especialmente comerciales, para recuperar el protagonismo internacional pateado por Donald Trump en medio de un grotesco aislacionismo. Por eso Biden quiere demostrar que Estados Unidos sigue teniendo el músculo financiero, tecnológico y militar para liderar los asuntos globales, como la pandemia o la guerra en Ucrania.
Simultáneamente, China siente que tiene el poder necesario para recuperar el papel que le corresponde en el orden internacional asiático y en el orden mundial.
En conclusión, si bien el encuentro fue un asunto diplomático importante, la realidad se aparta de la posibilidad de llegar a acuerdos entre los dos países.