Algunos dicen que esta ha sido una reacción al triunfo de Gustavo Petro, pero se trata de un fenómeno global que venía desde antes.
Luis Álvaro Pardo* y Felipe Corral Montoya**
Entre la incertidumbre y el pánico
Después de la victoria de Gustavo Petro y Francia Márquez, varios sectores han expresado sus preocupaciones sobre los efectos económicos adversos que tendrá este suceso, incluso antes de la posesión del nuevo gobierno.
Que el peso está devaluándose, que las acciones de empresas petroleras o mineras están cayendo y que gran parte de la inversión extranjera podría irse del país. Todo esto se le atribuye al gobierno electo, quizás con el propósito de producir “incertidumbre”, cuando no “pánico” en los mercados.
En este texto no pretendemos explicar los vaivenes de los mercados financieros mundiales ni por qué la moneda colombiana es vulnerable a esos vaivenes. Trataremos de mostrar que la caída de los precios de las acciones en empresas petroleras debe preocuparnos, pero no precisamente por la victoria de Petro y Márquez.
La guerra en Ucrania
Hasta antes de la invasión de Rusia de Ucrania, la economía mundial se encontraba en una trayectoria de recuperación, después del bajón que siguió a la pandemia por COVID-19.
Pero en el mercado internacional de petróleo estaba pasando algo distinto. En el último reporte sobre el estado de los mercados petroleros de la Agencia Internacional de Energía, que fue publicado antes de la guerra en Ucrania, quedó claro que ya existía una sobreoferta de crudo a nivel mundial de casi un millón de barriles diarios (mb/d).
Pasados varios meses de guerra, con la inflación avanzando a nivel mundial y un riesgo creciente de recesión en Estados Unidos y la Unión Europea, la demanda global parece estar corrigiéndose hacia abajo.
Pero el estallido de la guerra agravó esta situación y produjo graves disrupciones en los mercados de distintas materias primas o commodities, entre ellas, el petróleo. Al fin y al cabo, Rusia es el mayor exportador mundial de hidrocarburos, con aproximadamente 8 mb/d en marzo de 2022.
En su informe de marzo, la Agencia Internacional de Energía expresó su preocupación por un descenso en las exportaciones rusas de hasta 3 mb/d, como resultado de las sanciones impuestas por la Unión Europea y Estados Unidos.
En febrero de 2022, Estados Unidos importaba 0,8 mb/d y la Unión Europea 2 mb/d de petróleo ruso, lo cual corresponde casi exactamente con las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía. Estas reducciones produjeron una escalada de precios en las primeras semanas de la guerra.
Las reacomodaciones globales
Pasados varios meses de guerra, con la inflación avanzando a nivel mundial y un riesgo creciente de recesión en Estados Unidos y la Unión Europea, la demanda global parece estar corrigiéndose hacia abajo.
Mientras tanto, Rusia no ha frenado del todo su explotación petrolera. Por el contrario, gracias a sus crecientes vínculos económicos con China, ha logrado colocar un volumen creciente de petróleo en ese mercado, aceptando descuentos ante los altos precios que las sanciones han impulsado. En mayo, hubo un aumento del 55 % en las importaciones chinas de petróleo ruso, las cuales llegaron a casi 2 mb/d.
¿Puede ser que el petróleo que la Unión Europea y Estados Unidos dejaron de comprarle a Rusia lo esté empezando a recibir China y ésta, a su vez, esté reduciendo sus compras de otros países, que por su lado quedan en posición de exportar a la Unión Europea y Estados Unidos?
Es muy temprano para decirlo con certeza, pero, si ese fuera el caso, no estaríamos en una situación de escasez de petróleo, sino más bien de sobreoferta.
Hacia la transición energética
Pero hay otra variable que debe tenerse en cuenta. La guerra, las sanciones y el aumento de los precios de los combustibles ha dado un enorme impulso para que las economías de todo el mundo aceleren sus procesos de transición energética y busquen dejar atrás el petróleo, el carbón y el gas fósil.
Por ejemplo, en la Unión Europea, la crisis unió a personas de distintas corrientes políticas para lanzar iniciativas de transición energética: desde la movilidad eléctrica, pasando por la sustitución de calefacciones de aceite o gas, hasta políticas más ambiciosas en el despliegue de energías renovables.
Todas estas medidas apuntan a reducir la dependencia de los combustibles fósiles a largo plazo. Pero también tienen el objetivo de reducir la dependencia de Rusia en el mediano o aun en el corto plazo. Los altos precios del carbón, el petróleo o el gas son incentivos para dejarlos atrás y pasarse a las energías renovables.
La sociedad también está respondiendo a esta necesidad. En Alemania, por ejemplo, se han disparado las instalaciones de bombas eléctricas de calor para calefacción, así como de paneles solares. Por su parte, la Unión Europea está ad portas de prohibir el motor de combustión interna en nuevos automóviles a partir de 2035.
Si todas estas medidas son exitosas, ¿qué futuro le espera al sector petrolero? ¿Qué sucede si las políticas climáticas, energéticas y exteriores de países de la talla de Estados Unidos o China, o de actores como la Unión Europea, por fin empiezan a alinearse? ¿Es posible que el sector financiero esté empezando a asustarse por el riesgo de que sus inversiones estén en declive y que posiblemente vayan a desaparecer en el futuro?
Colombia también puede pellizcarse a tiempo y observar con cuidado estas tendencias globales, en lugar de sucumbir a pánicos y a cantos de sirena.

La transición propuesta por el Pacto Histórico
Lo nuevo en la propuesta del Pacto Histórico es la dedición de no asignar nuevas áreas para exploración petrolera e iniciar una transición energética que en forma gradual y planeada permita ir sustituyendo combustibles fósiles por energías limpias.
La primera medida tiene que ver con los compromisos globales y nacionales en materia de cambio climático y la segunda con los indicadores alarmantes del sector petrolero de los últimos años, como es la reducción de los niveles de extracción de crudo y gas, y de las reservas probadas, la enorme caída de la inversión y número de pozos exploratorios, que además desde el descubrimiento de Cusiana y Cupiagua no han permitido hallazgos de importancia que permitan mantener la autosuficiencia energética en el mediano plazo.
El Pacto Histórico apuesta a que las actuales reservas probadas, la extracción de las reservas remanentes y los resultados de los 180 contratos de exploración vigentes puedan aportar los suministros que el país requiere, mientras se avanza en los proyectos de generación de energías renovables, a los cuales se deberán agregar la generación distribuida y la generada por las propias comunidades.
Pero además hace mucho ruido en el mercado temas como los subsidios al precio interno de la gasolina y el impacto del déficit del Fondo de Estabilización que pesa sobre las finanzas de Ecopetrol, aunque recientemente con la aprobación de un nuevo dividendo, la Nación hubiese podido reducir ese déficit.
Otros temas tienen que ver con el acelerado endeudamiento de Ecopetrol que llego a US23.247 millones al finalizar el 2021, entre otras, para comprar ISA. Las cifras empiezan a descuadrase y ya las firmas calificadoras de riesgos deben estar haciendo sus cuentas al comparar niveles de endeudamiento bruto /EBITA que pasó de 3,7 en 2020 a 4,1 en el 2022. Ojo con la calificación.
Pero también genera ruido en el mercado la gestión de Ecopetrol en el mercado internacional orientado a colocar el 8,5% de las acciones pendientes de enajenación, para completar el 20% de la venta de las acciones a inversionistas privados. Se observa una muy particular diligencia entre grandes inversionistas del mundo.
Se tienen entonces un buen número de razones para pensar que el entorno nacional e internacional no es favorable a las acciones de Ecopetrol, más allá de descuento propio por el cambio en las condiciones políticas del país.