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Cataluña independiente: ¿revolución en el corazón de Europa?

Escrito por Massimo Di Ricco
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Massimo_Di_Ricco_RazonpublicaUn poderoso movimiento cívico, apoyado por los partidos nacionalistas, medirá fuerzas en las elecciones anticipadas del 25 de noviembre: primer round hacia la autodeterminación.

Massimo Di Ricco*

2004: el optimismo

Hace ocho años, por primera vez en la historia de la España moderna, se celebró la primera Conferencia de Presidentes Autonómicos, que reunió a los líderes regionales con el Presidente del Gobierno para tratar la cuestión crucial del modelo de Estado.

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Era 2004. Era la España de Zapatero, que había traído una cierta bocanada de aire fresco y optimista a la política. Querían poner sobre la mesa el espinoso debate sobre el modelo territorial. En pleno boom económico, flotaba el incontenible orgullo español de encarnar el milagro europeo.

En Cataluña, el partido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) llegaba a la madurez blandiendo su firme reivindicación independentista. Era la Esquerra de Carod Rovira: había accedido al gobierno de la Generalitat junto con otras fuerzas de la izquierda, por primera vez después de la caída del franquismo. Los nacionalistas conservadores de Convergencia i Unió (CiU) acababan de perder el gobierno, firmemente en sus manos desde la transición democrática.

2012: otros tiempos

La crisis económica mundial de 2008 puso en evidencia la verdadera naturaleza del boom económico español: una majestuosa burbuja que estalló súbitamente. La rica Cataluña tuvo que lidiar con picos de desempleo y larga filas en las puertas de las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (INEM).

Zapatero (ZP) pronto abandonó el barco español, que se hundía a una velocidad incontrolable. En Cataluña, el gobierno de izquierda empezó a desmoronarse a pedazos: los independentistas de Esquerra perdieron casi todo su apoyo popular. Desde 2009, la propia Conferencia de Presidentes Autonómicos dejó de celebrarse: otro síntoma.

La principal herencia de este breve, pero intenso, debate sobre la remodelación de España había sido la aprobación del nuevo estatut català: finalmente se reconocía a Cataluña como nación, una reivindicación fundamental para los independentistas.

Un rotundo rechazo político y lamentables boicoteos culturales en contra de los catalanes fueron descuartizando poco a poco el proyecto de nuevo estatut, hasta dejarlo casi sin vida. La sentencia del Tribunal Constitucional en 2010 — que configuraba un recorte adicional del estatut — contribuyó a alborotar las aguas del independentismo y a exacerbar las ya bien degradadas relaciones Cataluña-España.

¿Madurez política?

Este 11 de septiembre — 11S, el día de la diada, aniversario de la caída de Barcelona a manos de los Borbones — un movimiento independentista construido sobre la base de plataformas cívicas consiguió lanzar en la plaza pública el grito de independencia y de autodeterminación: más de un millón de personas, una quinta parte de la población total catalana. Un independentismo ciudadano herido en su orgullo por la pantomima del estatut.

Un resultado inesperado, si se considera que el 11 S solía caracterizarse por la presencia de pocos aficionados al Fossar de les Moreres en Barcelona. Ya era casi una costumbre que unos encapuchados acabaran las celebraciones con la quema simbólica de las fotos del rey de España, el Borbón.

El 11 de septiembre de 2012, por el contrario, representó el paso a la madurez política del componente cívico del independentismo catalán. La clase política catalana respaldó el independentismo con su maquinaria organizativa y contribuyó a que en esta manifestación se alcanzara un éxito histórico.

El apoyo al independentismo ya no proviene solo de los eternos convencidos de izquierda: lo más sorprendente es la reciente adopción de la autodeterminación por parte de CiU, que renegó de su pasado de relaciones ambiguas con el Estado Espanyol, como llaman a España en Cataluña.

Otro hecho sorprendente: en 2008, los independentistas representaban poco más del 20 por ciento de los votantes, según las encuestas. Ahora ya superan el 50 por ciento. El enfrentamiento con el gobierno central permite suponer que los independentistas seguirán aumentando hasta lograr una mayoría suficientemente solida como para aspirar de veras a la independencia.

El cuarto de hora de Mas

Artur Mas es la figura emblemática de este movimiento y quien ha estado al frente de las reivindicaciones independentistas. Hoy presidente de la Generalitat de Catalunya, creció a la sombra del padre de la patria catalana, Jordi Pujol, figura del catalanismo durante la transición democrática española.

Este cambio de circunstancias habría resultado simplemente impensable hace poco más de un año, cuando Mas tenía que llegar en helicóptero al Parlament, para esquivar las protestas callejeras de los indignados ante la grave crisis económica y los recortes en los gastos sociales.

Cataluña goza de autonomía en educación, salud, cultura y en menor medida en el ámbito policial, así como las otras 17 comunidades autónomas, aunque de forma diferenciada.

En términos fiscales, Cataluña siempre ha reclamado mayor poder fiscal, sobre todo en la recaudación de los impuestos y la repartición de los mismos con el Estado español. La crisis económica de hecho ha contribuido enormemente a poner en la mesa el tema fiscal, muy vinculado con el concepto de autodeterminación, que hasta ahora no había tenido tanto respaldo popular en Cataluña.

El gobierno del Partido Popular (PP) en Madrid — inflexible y pretendiendo sacar ventajas de la crisis del déficit fiscal perjudicando a las regiones — contribuyó a calentar el debate y a empujar a los catalanes al independentismo.

Hace pocos días, Cataluña pidió un rescate de 5.000 millones de euros, proponiendo al mismo tiempo negociar un nuevo pacto fiscal con Madrid. El millón y medio de manifestantes que bajó a la calle y la voluntad de Mas no fueron suficientes para convencer a Mariano Rajoy, presidente del Gobierno, de aceptar el nuevo pacto fiscal.

Elecciones anticipadas y consulta

La “necesidad de determinar libre y democráticamente su futuro colectivo” fue respaldada por la decisión de Mas de adelantar las elecciones regionales al 25 noviembre. Una amplia mayoría en el Parlament apoyó la propuesta de realizar una consulta popular para la independencia.

De manera que estas elecciones anticipadas serán un verdadero referéndum popular sobre el independentismo y medirá el ímpetu de los catalanes para participar en la consulta sobre la autodeterminación.

La constitución española considera ilegal esta consulta, ya que se requiere la aprobación del Estado español, un respaldo oficial que difícilmente se conseguirá en los próximos meses.

Si a pesar de todo la coalición ganadora del 25 de noviembre lleva a cabo la consulta, el acto tendrá un carácter revolucionario, pues como comentó después de la diada el sociólogo Manuel Castells, va en contra de la ley con el intento de cambiar el modelo de territorio y su estructura.

Pero ese carácter revolucionario de la consulta tendrá un efecto sobre toda Europa: hace ya algunos meses, se está volviendo a expresar la frustración de los nacionalistas republicanos en el Ulster, también a causa de la crisis económica. En la misma España, la disolución de ETA no significó la derrota del independentismo vasco, sino más bien un intento por llegar a la autodeterminación por las vías democráticas.

¿Será posible una solución federal?

El modus operandi en Cataluña parece claro: si se puede avanzar bajo el imperio de la ley española, tanto mejor; si no ¡cap endavant! (adelante) con la autodeterminación. Desde la Moncloa, en Madrid, se denuncia la disgregación del Estado, como de costumbre cuando se habla de autonomía. El gobierno del Partido Popular probablemente no previó tener que enfrentar también el tema independentista, en medio de la peor crisis económica y bajo la mirada vigilante de los burócratas europeos. La remodelación de España se hace cada día más necesaria y urgente.

En Cataluña se considera que el proceso de autodeterminación es un acto democrático y el millón de personas que bajaron a la calle lo confirman. La independencia llenaría de satisfacción y de orgullo a una buena parte de catalanes, probablemente la gran mayoría.

Pero la independencia catalana también sería una derrota para España, que no ha logrado conciliar durante décadas los sentimientos nacionalistas de las regiones autonómicas con el centralismo de Madrid. Las puertas están abiertas a una solución federal, quizás un primer paso para reconfigurar a España y para fortalecerla en medio de semejante crisis económica.

Un momento histórico en las relaciones entre Cataluña y España e imprevisible ante la velocidad que está tomando. Si el frente del independentismo catalán obtiene un respaldo contundente en las próximas elecciones y procede a realizar la consulta de autodeterminación sin titubeos ni compromisos, se podría inaugurar una nueva época no solo para España, sino también para la Unión Europea.

Una nueva era de nacionalismos modernos, de remodelación de los Estados–Nación y de otros procesos de autodeterminación. Algo que la Europa unida ya ni se imaginaba. Tal vez no resulte tan descabellada en un futuro próximo la escena de una declaración de independencia desde el balcón de la Generalitat en la Plaza Sant Jaume, corazón de Barcelona.

 

* Profesor de historia de la Universidad Nacional de Colombia y de la Universidad del Rosario.

 

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