La invasión de Ucrania impulsó la demanda mundial por carbón. Cómo ha cambiado el mapa energético, qué está pasando en Colombia y quiénes ganan o pierden ante esta nueva coyuntura.
Luis Álvaro Pardo*
Sanciones contra Rusia
El carbón resucitó de sus propias cenizas y se convirtió en el comodín de la transición energética tras la invasión de Rusia a Ucrania. Este conflicto originó a su vez una reconfiguración del mapa energético mundial y declaraciones eufóricas en Colombia por un inesperado auge de extracción y exportaciones de combustibles fósiles.
Cada día llegan nuevas noticias sobre la decisión de Estados Unidos y sus aliados de cerrar las puertas al comercio con Rusia, principalmente de gas y carbón, aunque las medidas propuestas por el presidente Biden no fueron del todo acogidas por las naciones europeas, algunas de ellas necesitadas de los combustibles rusos.
La razón en sencilla: Rusia en un jugador de las grandes ligas en el comercio internacional de bienes fundamentales para la economía global y especialmente en el mercado de productos básicos. Según Luisa Palacios, del Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia, “Rusia es el segundo mayor exportador de crudo del mundo, después de Arabia Saudita; el segundo mayor exportador de productos derivados del petróleo, el mayor exportador de gas natural y el tercer mayor exportador de carbón. Rusia es también un importante productor de minerales críticos y algunos productos básicos agrícolas”.
Gráfica 1. Radios de las reservas para la producción por región.

Un nuevo mapa energético
La dependencia de los combustibles fósiles puso en jaque al viejo continente y la salida inmediata a corto plazo fue recurrir al carbón, un mineral geográficamente disperso en el mundo, con reservas para 139 años de consumo y bajos precios bajos hasta mediados de 2020, pero que, pese a los anuncios y compromisos, sigue siendo ampliamente utilizado en algunos países, especialmente de Asia.
El alza de la cotización del carbón no comenzó con la guerra Rusia-Ucrania. Su precio empezó a subir desde finales de 2020 cuando las existencias de gas disminuyeron en Europa.
El alza de la cotización del carbón no comenzó con la guerra Rusia-Ucrania. Su precio empezó a subir desde finales de 2020 cuando las existencias de gas disminuyeron en Europa, debido a la intensidad de los periodos de invierno y verano y a la vigorosa reactivación económica de la postpandemia en 2021.
Gráfica 2. Precio del carbón desde mayo de 2021.

La crisis sacudió el mapa energético mundial. Alemania y Reino Unido reanudan actividades en minas de carbón en proceso de cierre, barcos cargados de carbón cruzan océanos para evitar cortes en el suministro de energías y, en Alemania e Italia, se reactivan algunas termoeléctricas que debían salir del mercado en este año.
Por otra parte, la Unión Europea califica de verde la energía atómica, se abre el debate sobre la construcción de miniplantas nucleares y el Reino Unido anuncia la construcción de nuevas plantas nucleares para reducir su dependencia del gas ruso, en Estados Unidos, la quema de carbón llega a su mayor apogeo de los últimos tiempos y, en Francia, se quiebra la promesa electoral de acabar con la energía nuclear.
Gráfica 3. Demanda de carbón en distintas regiones.

Las energías renovables
La información preliminar señala que el mayor uso del carbón aumentará la emisión de los gases de efecto invernadero en un 14,5 % en esta década y mostrará un quiebre en los compromisos de la lucha contra el cambio climático de muchos de estos países.
Simultáneamente se aceleran los proyectos de generación de energías renovables. Nuevas investigaciones y proyectos innovadores se convierten gradualmente en una alternativa para garantizar el suministro de energías limpias y la confiabilidad del sector.
El gas tiene garantizado su uso mucho más que el carbón, el más sucio y contaminante de los combustibles fósiles. Sin embargo, junto a las renovables, la energía nuclear y el hidrógeno emergen como el mejor respaldo en el futuro para las economías dependientes de los combustibles fósiles.
La bonanza de precios del carbón parece temporal y se pronostica que su auge podría no ir más allá de los cinco años. Su sepulturero será el propio mercado, las energías renovables, el hidrógeno multicolor, la energía nuclear y las exigencias de dejarlo enterrado.
La extracción en Colombia
La extracción nacional de carbón venía disminuyendo en los últimos años en Colombia por varias razones.
Primero, por los bajos precios, que incluso llevaron a la parálisis de las minas de la Colombian Natural Resources (CNR) y de Prodeco en el departamento de Cesar. Segundo, por el cierre de mercados tradicionales en Europa y por la menor calidad de los carbones de mantos profundos —aunque no se reconoce públicamente—. Por último, por los mayores costos de extracción por la profundidad de los frentes de trabajo en Cerrejón y Drummond.
En Drummond y Cerrejón —cuyo futuro depende exclusivamente de que se permita la desviación del arroyo Bruno—, se extrae carbón para cumplir con los contratos vigentes y exportar a países marginales del mercado del carbón, aprovechando las bondades de la tercerización laboral que les permite reducir costos, así como los amplios beneficios tributarios con que el Estado subsidia la operación de estas compañías extranjeras.
El Gobierno Nacional y las empresas del carbón térmico entendieron que la mayor demanda y los altos precios constituyen una oportunidad única para reactivar la explotación minera y las exportaciones de carbón. La explotación nacional de carbón pasó de 48,4 millones de toneladas (mt) en 2020 a unos 60 mt en 2021, y la meta para 2022 es de 63 mt.
El asunto de fondo es: ¿hasta cuándo se van a mantener los altos precios y la demanda? Las energías renovables avanzan a grandes pasos para suplir el déficit que dejan las sanciones contra Rusia. Frente a los actuales precios —320 dólares por tonelada—, el carbón colombiano es competitivo. Sin embargo, cuando los precios regresen a los niveles de la prepandemia, terminará la euforia.

Quiénes ganan, quiénes pierden
A mayores precios y volúmenes exportados, es obvio que mejoran levemente los ingresos de la Nación por concepto de impuestos, así como las regalías para los territorios productores. Además, habrá un alivio en las deficitarias balanzas comerciales y de pagos, pero una economía sólida y robusta no puede construirse a costa de destruir el ambiente, regalar el patrimonio nacional o esperar bonanzas imprevistas.
Además, el modelo extractivista es profundamente disparejo a la hora de distribuir los beneficios y castiga especialmente a las regiones productoras y a sus comunicades.
Gráfica 4. Regalías y Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) por municipio productor de carbón.

El cuadro nos muestra los seis municipios que más regalías directas recibieron durante 2020, tres del Cesar y tres de La Guajira. En ellos, se observan índices de NBI muy superiores al promedio nacional. El índice promedio de Necesidades Básicas Insatisfechas para el país en su conjunto fue de 14,28 %.
Esta es una de las mayores tragedias de la política minera: las empresas extraen la riqueza de los colombianos, pero a los colombianos les queda la pobreza de sus territorios.
Frente a los actuales precios —320 dólares por tonelada—, el carbón colombiano es competitivo. Sin embargo, cuando los precios regresen a los niveles de la prepandemia, terminará la euforia.
El otro aspecto que destacan las empresas y sus gremios son los supuestos beneficios económicos de la extracción de carbón para Colombia. El sector minero, ampliamente dominado por las multinacionales del carbón, pagó a la DIAN un billón de pesos por impuesto de renta en 2019 y solo 739 mil millones en 2020. Esos montos representan apenas el 1,53 % y 1,05 %, respectivamente, del recaudo total por ImpoRenta, según cifras de la DIAN.
El insignificante aporte se explica por los subsidios al sector. Las mineras pagaron 739 mil millones por ImpoRenta en 2020, pero el Estado renunció a cobrarles 184 mil millones por beneficios tributarios en ese mismo año, es decir, les regaló el 25 % de lo que las mineras deberían pagar.
Es difícil pensar que una bonanza del extractivismo de minerales e hidrocarburos vaya a cambiar el curso de lo vivido por el país en las últimas décadas.
Gráfica 5. Beneficios Tributarios (BT) del extractivismo.

Se cuestionan entonces los supuestos beneficios de un nuevo periodo de auge del sector del carbón colombiano. Más allá de los beneficios temporales, quedan los perjuicios económicos, el detrimento del patrimonio nacional, los cuantiosos pasivos ambientales que las empresas, alegando pérdidas, dejarán a perpetuidad, los miles de trabajadores desempleados y la miseria en las poblaciones de su área de influencia.
La lucha contra el cambio climático pasa por sepultar el extractivismo, no por revivirlo. El único camino es avanzar hacia una transición energética que obligue al Estado capturado y a las empresas a dejar enterrado el carbón. De ese modo, el país podrá cumplir con sus metas de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y las nuevas generaciones podrán vivir dignamente.