¿Será que Petro logra mejorar la situación de los sectores populares? ¿Será que acaba embarcado en un proyecto populista? ¿Qué tan viable y coherente es su política exterior?
Eduardo Lindarte*
Incertidumbre
La llegada del gobierno Petro es una gran novedad en la historia política de Colombia.
Es la primera vez que un gobierno elegido democráticamente concentra sus esfuerzos en atender los intereses de los sectores populares y la clase media, no en los estratos más favorecidos del país. En el siglo XIX lo había intentado José María Melo durante sus pocos meses de gobierno, y en el siglo XX Rojas Pinilla tuvo algunas iniciativas similares, pero sin mucha contundencia.
La administración Petro pretende reivindicar los derechos de los sectores marginados. Su propuesta encaja en un modelo social demócrata que propone reducir la desigualdad y compensar las externalidades negativas mediante la provisión de bienes públicos, la regulación y las políticas redistributivas.
Esto se debe a que el modelo populista, aunque pretende atender a las insatisfacciones ciudadanas, produce pocas respuestas efectivas y se enfoca en la identificación de “enemigos”. No menos importante, el populismo tiende a disminuir la influencia de las instituciones autónomas, de las normas establecidas y del papel del conocimiento científico para reforzar en su lugar la autoridad y el carisma del caudillo.
Pero los cambios de gobierno en general, más todavía un cambio como el que estamos presenciando, crean mucha incertidumbre entre algunos sectores de opinión. Los cambios radicales suscitan rechazos por parte de los estratos favorecidos porque los afecta directamente.

Dos preguntas
En medio de esta incertidumbre me parece fundamental analizar dos preguntas capitales.
Primera pregunta: ¿Los cambios efectivos, es decir, los que se concreten en su dimensión técnico-económica, política y administrativa, mejorarán la condición de los sectores populares, sin desmejorar en igual o mayor magnitud al resto de la población? Si bien una respuesta es difícil debido a los múltiples intereses y los distintos marcos de referencia, sería posible una aproximación a través de un diálogo lo suficiente amplio y fundamentado en datos objetivos.
La segunda pregunta se refiere a la manera de realizar los cambios. ¿Favorecen al proceso democrático o, por el contrario, lo debilitan? Un proyecto efectivamente social demócrata aumentaría la legitimidad del proceso, pero una ruta populista debilitaría la democracia.
Esto se debe a que el modelo populista, aunque pretende atender a las insatisfacciones ciudadanas, produce pocas respuestas efectivas y se enfoca en la identificación de “enemigos”. No menos importante, el populismo tiende a disminuir la influencia de las instituciones autónomas, de las normas establecidas y del papel del conocimiento científico para reforzar en su lugar la autoridad y el carisma del caudillo.
Si bien el populismo manifiesta variantes de derecha, por ejemplo, bajo el gobierno Trump, y de izquierda, como en el caso de Venezuela, representa una respuesta inspirada en formas atenuadas de fascismo que debilitan los procesos democráticos.
Es cierto que el gobierno Petro proclamó y puso en marcha su visión social demócrata que impulsa el pleno reconocimiento de los derechos humanos, pero todavía es muy temprano para saber cómo será la gestión y la ruta para cumplir con la propuesta.
¿Contradicción o vista gorda?
En política exterior la administración se ha caracterizado por cambios de orientación y énfasis que sugieren la adopción de perspectivas más integrales y de largo plazo, pero no por ello exentas de algunas dificultades y posibles contradicciones.
El cambio más visible ha sido quizás el restablecimiento de relaciones oficiales con Venezuela, previamente desmontadas. La experiencia de los últimos años confirma que, en un contexto actual, países enemigos necesitan mantener relaciones. Es fundamental que los países vecinos interconectados no prescindan de las relaciones formales para el manejo y atención de estos vínculos.
Sin embargo, no hay que excluir ni negar las implicaciones y consecuencias cuando se trata de una dictadura o de la violación de los derechos humanos. Es evidente que sería mejor si en el restablecimiento de las relaciones de los países se hiciera un proceso encaminado a desmontar las violaciones y/o dictaduras a través de negociaciones. En el caso de Colombia-Venezuela cabe preguntar si este es un objetivo o no, o si sería realista un diálogo en esa vía.
En este sentido parecen contradictorias las acciones y declaraciones de Gustavo Petro en la ausencia de defensa de los derechos humanos en otros países. Por ejemplo, en la falta de condena de la OEA para Nicaragua o en la plena aceptación de Cuba, ambos notables infractores recientes de los derechos humanos.
Otras intervenciones, menores pero problemáticas, comprenden la carta de apoyo a Cristina Fernández, posteriormente condenada judicialmente, así como el tweet sobre el regreso de Pinochet a Chile después del rechazo en el referendo que buscaba modificar la constitución.
A su vez, las declaraciones recientes sobre Pedro Castillo en Perú que atribuyen su remoción a conspiraciones elitistas y no aluden al desempeño del expresidente. De cierta manera niegan las acusaciones por ineptitud, corrupción e intento de golpe de Estado.
Parece que, en algunos casos, los intereses políticos de Petro priman sobre los ideológicos y, en otros casos existe una especie de solidaridad entre quienes profesan una ideología común.
Colombia y el exterior
Otra pauta en el gobierno Petro referente a la política exterior comprende el regionalismo latinoamericano y caribeño. Petro busca el restablecimiento de la Comunidad Andina de Naciones, así como emprender un diálogo en las Américas para resolver problemas comunes y conflictos como los sectarismos y la violencia.
Petro intenta que Colombia se posicione como un país potencia mundial de vida, por lo que persigue una visión de integración y autonomía regionales.
En este sentido parecen contradictorias las acciones y declaraciones de Gustavo Petro en la ausencia de defensa de los derechos humanos en otros países. Por ejemplo, en la falta de condena de la OEA para Nicaragua o en la plena aceptación de Cuba, ambos notables infractores recientes de los derechos humanos.
Por otro lado, en el ámbito ambiental se destaca el énfasis hacia una transición energética que elimine los combustibles fósiles en favor de energías verdes, así como la conservación de zonas ecológicas como el Amazonas.
Aunque es necesario y prioritario, el abordaje inicial presenta incompatibilidades entre objetivos y necesidades de corto, mediano y largo plazo. El país enfrenta necesidades por combustibles y divisas derivados de la producción de petróleo y carbón. No es posible abandonar sin engendrar graves perjuicios en el corto y mediano plazo, si bien deba procurar una transición.
Colombia tiene una nueva relación con Estados Unidos. La nueva orientación supone lazos con una menor incondicionalidad que la anterior. Algunas revisiones propuestas comprenden ajustes al tratado de libre comercio, un re-enfoque al manejo de la problemática de drogas y un tratamiento más favorable a inmigrantes colombianos ilegales en Estados Unidos.
Si bien inicialmente no han surgido conflictos, no es descartable aún que las reformas más liberales propuestas, por ejemplo, en el área de las drogas, causen fricciones eventuales con los requerimientos políticos en Estados Unidos.
Tampoco es claro si posibles solidaridades del gobierno con regímenes sancionados por Estados Unidos puedan fomentar fricciones en el futuro. Aunque no se puede negar que el país necesita conservar su autonomía.
En síntesis, resultaría prematuro concluir sobre las bondades de las reformas propuestas y sobre si la administración conservará su actual ruta social democrática versus una alternativa populista.
En política exterior las propuestas esbozadas en distintas áreas contienen elementos de mayor integralidad y visión de largo plazo que las prevalentes anteriormente, lo cual sería ventajoso, pero no se encuentran exentas de contradicciones, riesgos e incertidumbres.