La política exterior de Estados Unidos está cambiando en su enfoque, en su fondo y en su forma, sostiene la analista de la Universidad de los Andes, y esos cambios nos afectarán a todos.
Sandra Borda Guzmán
Durante la primera semana de Noviembre de 2008, cuando se hizo evidente la victoria del candidato demócrata en las elecciones presidenciales en Estados Unidos, varios analistas llamaron a la mesura y descalificaron a aquellos que pronosticaban cambios importantes en materia de política exterior. Dichos analistas insistían en el viejo argumento realista de que "potencia es potencia, no importa quién la gobierne", y sostenían que los anuncios del candidato Obama eran un eslogan atractivo pero implicarían poco en materia del comportamiento internacional de su país.
Mi argumento central aquí es que los "realistas" estaban equivocados y que tanto el discurso como los actos de política exterior – ambos igualmente importantes – durante los primeros meses del gobierno Obama han demostrado ser fundamentalmente diferentes del pasado.
En este artículo divido dichos cambios en tres grupos: los cambios de lo que denomino principios de política exterior, cambios en cuanto a la relación entre seguridad nacional y derechos humanos, y cambios en materia de forma; todos ellos, sostengo, igualmente relevantes. En general, la tesis es que las transformaciones más sobresalientes han tenido lugar en estos tres espacios y que, consecuentemente, la política exterior de cualquier país hacia Estados Unidos debería tomárselas muy en serio.
Los principios
Al finalizar la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago y después de la reunión del G-20, un periodista le preguntó a Barack Obama si después de tanto diálogo con tanto líder internacional ya se podía empezar a hablar de una ‘Doctrina Obama', y pidió al presidente revelar su contenido. Aunque Obama no habló de una "nueva doctrina", si explicitó lo que él considera son los dos principios pilares de su política exterior:
"Número uno, que Estados Unidos sigue siendo la nación más poderosa y más rica sobre la faz de la tierra, pero somos solo una nación, y los problemas que enfrentamos, sean ellos carteles de la droga, cambio climático, terrorismo, lo que usted quiera, no pueden ser resueltos por un solo país. Y creo que si usted empieza con esa idea en mente, entonces está inclinado a escuchar y no solo a hablar".
" Número dos, creo firmemente que en nuestros mejores momentos, Estados Unidos representa un grupo de valores e ideales universales: la idea de las prácticas democráticas, de la libertad de expresión y de religión, de una sociedad civil donde la gente es libre de buscar que sus sueños se hagan realidad y que estos no se enfrenten constantemente a las imposiciones de sus gobiernos. Así que tenemos un grupo de ideas que tienen una aplicación amplia. Pero también creo que otros países tienen diferentes culturas, diferentes perspectivas y que provienen de historias diferentes, y que hacemos nuestro mejor esfuerzo por promover nuestros ideales y nuestros valores a través del ejemplo… Creo que la gente alredor del mundo aprecia que no estamos usando unos estándares para nosotros y otros para ellos, que no vamos simplemente a enseñarles, sino que más bien vamos a mostrarles como entendemos los beneficios de esos valores y esas ideas."
Así interpreta Obama el liderazgo internacional de su país: lo entiende a través de la necesidad de trabajar con y no en contra de la comunidad internacional, a través del respeto por la diferencia a pesar de la presunción explícita de la universalidad de sus propios valores y, finalmente pero no menos importante, a través de la consistencia y el retroceso de la ya célebre doble moral estadounidense.
Seguridad Nacional y Derechos Humanos
Obama lo expresó abiertamente durante su discurso de posesión: la era en la que la búsqueda de la seguridad nacional estadounidense se lograba a costa de lo que fuera, incluso el sacrificio de las libertades civiles, se terminó con su llegada a la Casa Blanca.
En una respuesta tajante a las críticas del ex vicepresidente Dick Cheney, según las cuales Estados Unidos está hoy expuesto a múltiples amenazas debido a que el presidente no quiere hacer el ‘duro, mezquino, sucio y repugnante trabajo de mantener a salvo al país', Obama insistió:
"Creo que el Vicepresidente Cheney ha sido la cabeza de un movimiento cuya noción es que no podemos reconciliar nuestros valores esenciales-nuestra Constitución, nuestra creencia en que no torturamos-con nuestros intereses en materia de seguridad nacional… Esa actitud ha hecho un daño increíble a nuestra imagen y nuestra posición en el mundo".
Aunque Obama ha defendido constantemente esta idea, también ha mostrado ser un político pragmático y no un principista furibundo. La divulgación reciente de nuevos documentos sobre técnicas de interrogación bajo el gobierno Bush ha producido un debate sobre los términos bajos los cuales deben ser responsabilizados quienes autorizaron el uso de aquellas tácticas. La posición del gobierno ha sido pedir que no se mire más para atrás, sino más bien para adelante. Obama no necesita otro tema enfrentándolo a los republicanos, que se constituya en obstáculo adicional para llevar a cabo su programa de gobierno y su plan de recuperación económica.
Pero en ámbitos donde el costo político interno es menor, el nuevo mandatario ha tomado decisiones importantes que se constituyen en reversazos contundentes frente a la política Bush: inició el proceso de cierre de Guantánamo y ha solicitado la inclusión de Estados Unidos en la Comisión para los Derechos Humanos de Naciones Unidas. De nuevo, es un asunto de consistencia y de no medir los errores propios con una vara distinta de la que se usa para medir los errores de los demás.
La política de la contrición
Pero la práctica del espejo retrovisor si ha sido usada fuera de Estados Unidos y ha cumplido con un fin político concreto. Obama ha insistido en que el de ahora es un gobierno que planea lidiar con sus contrapartes internacionales de manera diametralmente opuesta a como lo hizo Bush.
Algunos pueden afirmar que este es un asunto de solo cambio de modales y que no tiene ningún impacto tangible o real. Pero, al contrario, es justo a través de la interacción del día a día, de las conversaciones y del trato ‘amable' como se construye trabajo conjunto. Los intereses importan, pero un escenario de intereses incompatibles manejado con inteligencia, con respeto y cordialidad es mucho más fácil de superar que uno manejado a través de la coerción y la fuerza bruta.
Obama ha insistido entonces en la necesidad de un trato equitativo, sin importar cuán profundas sean las diferencias en materia de intereses o de poder:
"Tenemos ideas muy claras en términos de hacia dónde se debe estar moviendo la comunidad internacional, tenemos intereses nacionales muy específicos que tenemos que atender, comenzando con nuestra seguridad; pero reconocemos que otros países también tienen buenas ideas y queremos oírlas. Y el hecho de que una buena idea provenga de un país pequeño como Costa Rica, de ninguna forma debe implicar que no se trate de una buena idea".
Más aún, Obama también entiende que hay una larga historia de desconfianza hacia la potencia, que esa desconfianza aumentó durante los últimos años, y que debe ser superada. En este plano se ha visto obligado a hacer referencias a decisiones pasadas y a aproximarse a ellas usando lo que el New York Times denominó recientemente la ‘política de la contrición'.
Se trata de reconocer que la política estadounidense ha fallado en ciertos temas, y de anunciar la búsqueda de formas más productivas de relacionamiento. En su gira internacional, la Secretaria de Estado Hillary Clinton ha reconocido públicamente las fallas en la política medioambiental estadounidense, en el sistema de sanciones hacia Myanmar, en el bloqueo económico hacia Cuba, en la política antinuclear hacia Irán, para citar sólo algunas. Esta práctica parece haber aumentado todavía más la popularidad del nuevo gobierno estadounidense en el escenario internacional.
En conclusión
Estamos ante un conjunto de cambios en materia de ideas o principios, de contenido y de forma. Todos, eso sí, cambios muy serios y que seguramente se irán perfilando más claramente en una dirección o en otra, en la medida en que pase el tiempo y el sistema internacional cree desafíos e incentivos nuevos y distintos para la gran potencia.
Queda por observar el proceso a través del cuál Washington seguirá diseñando e implementando esta nueva forma de liderazgo internacional y por supuesto, también está por verse como se irá acomodando el liderazgo de Estados Unidos a la ineludible restricción material que seguirá imponiendo una crisis económica que no parece dar su brazo a torcer.
* Profesora e Investigadora del Departamento de Ciencias Política de la Universidad de los Andes, con posgrados de las universidades de Chicago, Wisconsin y Minessota, ha sido profesora visitante en México y Canadá y es autora de varias publicaciones.