Mientras algunos aseguran que debemos promover un cambio cultural para reducir nuestro nivel de consumo, otros señalan que el problema del clima solo se podrá enfrentar mediante grandes transformaciones en la matriz energética. ¿Cuál es la mejor forma de enfrentar el Cambio Climático?
Esteban Rossi*
Dos caminos
El cambio climático es uno de los problemas más importante de nuestros tiempos; para algunos el desafío es tan serio que supera las diferencias culturales y económicas.
Desde hace alrededor de cuarenta años, la comunidad internacional se viene reuniendo periódicamente para evaluar la información más reciente y para explorar estrategias frente al problema. En el plano político, los líderes mundiales se esfuerzan por imponer su “verdad” sobre las causas y alcances de la “crisis” climática, y por impulsar estrategias que se ajusten a sus intereses.
Una pieza clave de este debate es identificar la mejor forma de enfrentar el problema: ¿Mediante pequeños esfuerzos individuales de todos los habitantes del planeta, o mediante grandes transformaciones socioeconómicas y tecnológicas? Con el ánimo de facilitar la discusión y evitar el alarmismo, en lo que sigue describo brevemente los alcances de estas dos estrategias.
¿Urgencia, crisis y sacrificio?
Desde sus inicios, el movimiento ambientalista occidental ha utilizado un discurso pesimista donde se articula una narrativa de crisis que demanda a los ciudadanos a hacer sacrificios rápidamente y sin lugar a discusiones.
Este discurso describe varios problemas contemporáneos, desde el aumento de la población, la deforestación y la pérdida de biodiversidad, hasta las armas nucleares, los pesticidas y, por supuesto, la contaminación por combustibles fósiles. Por lo general, estos problemas se enmarcan en un solo discurso, sin detallar los procesos históricos y socioeconómicos que han dado origen a cada uno de ellos.
Los esfuerzos individuales valen la pena porque cumplen un papel educativo y porque permiten construir acuerdos sociales.
El discurso pesimista combina una sensación de urgencia con un llamado a la responsabilidad individual para proteger el medio ambiente. El discurso es paradójico: en los años sesenta, Paul Ehrlich aseguraba que debíamos combatir la superpoblación en India antes de que fuera demasiado tarde. En 1972, el equipo de Donatella Meadows recomendaba reducir el uso de recursos naturales lo antes posible. Para 2006, Al Gore, premio Nobel de la Paz, aseguraba que se acababa el tiempo para frenar la crisis climática. Más recientemente, el ex-presidente Barack Obama hablaba de la urgencia de establecer un mercado de emisiones.
Al parecer, la urgencia es más un recurso para movilizar audiencias que una interpretación cuidadosa de la información científica disponible.
![]() Foto: Alcaldía de Ibagué |
Responsabilidad individual
El segundo componente del discurso pesimista es la responsabilidad de cada persona para con el medio ambiente. Algunos líderes ambientalistas buscan activamente que los individuos reduzcan su nivel de consumo, adopten tecnologías más eficientes y reduzcan su huella de carbono.
La industria del consumo masivo ha aprovechado esta narrativa para vender artículos que se promueven como “productos verdes”. El comercial de Follow the frog, de la organización Rainforest Alliance, ilustra magistralmente esa estrategia de mercadeo. Infortunadamente, por lo general, la responsabilidad individual se reduce a pequeñas donaciones esporádicas para causas ambientales.
Además, es común que las personas se resistan, o no puedan, cambiar sus patrones de consumo. Las razones son bien conocidas. Quienes están en la base de la pirámide social se encuentran obligados a aumentar su consumo para dejar atrás la pobreza. Por su parte, la clase trabajadora, o clase media, lucha para pagar su educación, su salud y su vivienda, y no agradece que le pongan límites o nuevos impuestos. Por último, las élites financian numerosas causas ambientales, pero por lo general, no están dispuestos a cambiar su nivel de consumo.
Por estas razones, como ambientalistas debemos revisar nuestras expectativas y estrategias. No podemos apelar exclusivamente a la responsabilidad de los ciudadanos.
Por otra parte, desde el punto de vista global, los esfuerzos individuales son insignificantes. Las cifras demuestran que los impuestos a las bolsas plásticas, el día sin carro, y el conjunto de todos los sacrificios individuales, no pueden cambiar la trayectoria de emisiones de un país. La magnitud del problema del cambio climático es inmensamente superior a la magnitud de todos los esfuerzos individuales.
Entonces, ¿cuál es el papel del ciudadano en la defensa del medio ambiente?
Los esfuerzos individuales valen la pena porque cumplen un papel educativo y porque permiten construir acuerdos sociales. Por ejemplo, el director de un colegio puede reducir el consumo de servicios públicos y promover una cultura de uso responsable de los recursos. Sin duda, los espacios educativos son los adecuados para abordar problemas como el manejo de las basuras, la protección de las fuentes de agua y la modernización de la agricultura. Como lo muestra la experiencia de las comunidades cercanas a la mina de La Colosa, en el Tolima, el activismo es crucial para fortalecer la gobernanza ambiental. Por consiguiente, es importante orientar estratégicamente los esfuerzos de los ciudadanos y los activistas para abordar problemas concretos de forma local y democrática.
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Transición energética
Pero, desde una perspectiva global, la crisis climática debe ser abordada de forma más amplia y absolutamente pragmática. Enfrentar la crisis climática exige acelerar la transición hacia fuentes de energía más limpias y a bajo costo.
Desde la revolución industrial la humanidad ha utilizado fuentes de energía cada vez más densas y eficientes. Este proceso se conoce como la transición energética. En la primera etapa de la industrialización, la energía que impulsaba la economía mundial provenía principalmente de la madera y el carbón.
Posteriormente, en los últimos doscientos años, ha predominado el petróleo, seguido por el gas natural y, en algunos lugares, por la energía nuclear. Actualmente, el gas está reemplazando lentamente al carbón y al petróleo, como lo muestra la siguiente figura.
Consumo global de energía 1800-2017: desde la biomasa extremo inferior derecho, hasta la energía solar en el extremo superior derecho.
Fuente: Our World in Data, Vaclav Smil and BP.
El análisis de las trayectorias de desarrollo económico de casi todos los países muestra un proceso gradual de avance tecnológico y de aumento en la eficiencia en la producción de energía.
Salvo algunos países pequeños y algunos Estados innovadores como Francia, todas las naciones dependen de los combustibles fósiles. Por lo tanto, para modificar las trayectorias de desarrollo es indispensable trabajar con el Estado y construir grandes acuerdos sociales.
Enfrentar la crisis climática exige acelerar la transición hacia fuentes de energía más limpias y a bajo costo.
Solo la acción del Estado, en colaboración con el sector privado, puede acelerar la transición energética, estabilizar la frontera agrícola y facilitar la urbanización. Únicamente el Estado puede llevar a cabo un programa de generación de energía que utilice plantas nucleares a escala nacional. Solamente el Estado tiene la capacidad de financiar la investigación y el desarrollo tecnológico para modernizar la matriz energética.
A escala global, la transición energética es un proceso lento porque depende de factores económicos, tecnológicos y físicos. Sustituir los combustibles fósiles que proveen el 80-86 por ciento de la energía que se consume en el mundo es una tarea monumental.
Para reemplazar al petróleo se requieren tecnologías, sistemas de distribución y alinear a diversos actores en varios países. Por consiguiente, la transición y la posterior reducción de las emisiones de carbono globales será un proceso gradual.
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¿Qué hacer?
Visto todo lo anterior, ¿qué pueden hacer los individuos, los Estados y las empresas para enfrentar el problema del cambio climático?
- Evitar su polarización. El cambio climático, y el medio ambiente, deben ser causas que permitan construir alianzas y experimentar para modernizar la economía. Por lo tanto, es prudente evitar posturas binarias que simplifiquen el debate.
- Promover el uso de fuentes de energía más limpias, como el gas natural, para reducir el uso del carbón y del petróleo. También vale la pena analizar cuidadosamente los costos y beneficios de los reactores nucleares para la generación de energía en países como Colombia. Hay mucho que aprender de la experiencia de Francia con energía nuclear.
- Dado que el acceso a la energía es un prerrequisito para el desarrollo, la energía limpia debe ser barata para estar al alcance de toda la población. Hacer que la energía sea más costosa, o crear impuestos para el carbono es contraproducente, como demuestra la experiencia de los últimos veinte años. Aumentar el costo de la energía no reduce el consumo y perjudica a los más pobres.
- Seguir atentamente la evolución de la tecnología para la producción, distribución y almacenamiento de la energía.
![]() Foto: Pixabay |
A medida que avance la tecnología, la transición será cada vez más rápida y menos costosa. Sin importar lo que digan los líderes del momento, solo mediante una transición energética lograremos contener los efectos del cambio climático sin perjudicar a los más pobres.
*Esteban Rossi, PhD en gestión ambiental (Clark University), M.Sc en Ciencias ambientales (Yale University). Ha sido profesor en la Universidad Javeriana, la Universidad del Rosario y consultor.