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CAI convertidos en centros culturales: una luz de esperanza

Escrito por Darío Rodríguez
Dario Rodriguez

Una iniciativa para conmemorar a las víctimas, preservar la memoria y celebrar la vida.

Darío Rodríguez*

De la tortura a la cultura

Las protestas contra la brutalidad policial que tuvieron lugar la semana pasada dejaron 13 muertos, más de 200 heridos y varios Comandos de Atención Inmediata (CAI) destruidos.

Desde el año pasado, muchos jóvenes han manifestado su desacuerdo con las acciones del gobierno nacional a través de protestas y publicaciones en redes sociales. En esta ocasión, difundieron vídeos que dan cuenta del abuso policial y exigieron que esta institución sea reformada cuanto antes.

Pero además de eso, decidieron convertir varios CAI destruidos en centros culturales donde se enaltezca la vida, en vez de pisotearla.

Sin duda, la pandemia, las masacres, la crisis económica, la censura del periodismo independiente y la indiferencia del gobierno nacional harán que el 2020 pase a la historia como uno de los años más lúgubres para Colombia. En medio del caos y la incertidumbre, este acto simbólico ofrece una luz de esperanza, pues busca convertir antiguos comandos policiales en los que se cometieron numerosos atropellos contra los derechos humanos, en centros culturales que celebran la vida, el arte y el conocimiento.

La idea consiste en que los extintos CAI sean espacios propicios para la lectura, el diálogo, el arte y la recuperación de la memoria. Se trata de una iniciativa sumamente poderosa para celebrar la vida en los mismos lugares donde se celebró la muerte durante años.

En el muro del extinto CAI de Suba–La Gaitana hay un letrero que resume este propósito: “Un centro de reclusión y de tortura convertido en uno de creación y cultura”.

Esta iniciativa es una prueba de que los jóvenes creen que preservar el acervo cultural es fundamental para hacerle frente a las injusticias del gobierno. Así mismo, es una prueba de que, pese a los prejuicios que existen en torno a ellos, nuestros jóvenes son sensatos y quieren construir un futuro mejor.

El centro cultural de Suba–La Gaitana lleva el nombre de Julieth Ramírez, una de las personas que perdió la vida a manos de la policía en medio de las protestas. Se trata de una joven estudiante de psicología que fue víctima de una bala perdida mientras se dirigía a la casa de una amiga.

La importancia de la memoria
Los promotores de los centros culturales saben que la memoria es un elemento fundamental para cambiar el rumbo del país, pues solo ella evitará que queden en el olvido los atropellos cometidos por la fuerza pública.

Además de espacios culturales, estos centros son un monumento a las víctimas de la policía, un relato material de lo sucedido. Como los vídeos y los relatos de los testigos, estos centros pretenden impedir que el gobierno acalle los atropellos y las injusticias cometidos por la institución en cuestión. En ese sentido, el intercambio, el préstamo y la donación de libros que se está dando en los antiguos CAI de la Soledad y de Suba–La Gaitana pueden ser interpretados como una forma de hacer memoria.

Los centros culturales son una lección para los funcionarios públicos que se limitan a prometer espacios deportivos en los lugares donde han ocurrido las masacres, negando la gravedad de lo ocurrido. Todos ellos deberían emular la organización comunitaria y darle la cara a la trágica realidad nacional.

Por ahora, el gobierno no ha avalado la apertura de estos espacios, y es mejor que no lo haga, pues esto podría tergiversar su propósito y dar lugar a malentendidos. Es importante que los centros conserven su sentido original: resistir a la brutalidad policial y a los procedimientos estatales que carecen de fundamento. Además, el aval del gobierno no serviría de nada si el presidente sigue defendiendo instituciones corruptas y violentas como la policía.

Foto: Twitter - “Un centro de reclusión y de tortura convertido en uno de creación y cultura”.

Un camino esperanzador

Aunque Colombia no se distingue por tener altos índices de lectura, las bibliotecas populares demuestran que hay personas interesadas en que los libros lleguen a más personas porque saben que la lectura es una forma pacífica de responder a la violencia.

Sin duda, es fundamental volver a esos libros que, como dijo Giorgio Colli a propósito de un volumen juvenil escrito por Friedrich Nietzsche, “no se dirigen a aquellos que leen para relajarse y tampoco a los que leen para ampliar sus conocimientos. Son libros destinados a quienes todavía tienen algo que decidir acerca de su vida y su actitud ante la cultura”.

No cabe duda de que, en un momento tan crítico para nuestro país, los libros nos ofrecen un camino esperanzador.

Post Scriptum. Después de escribir este artículo, la policía borró el mural en honor a Julieth Ramírez que había sido pintado en el CAI de La Gaitana y clausuró las actividades propuestas por el centro cultural.

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