La obra de Fernando Botero es reconocida por cualquier colombiano. Se trata de un legado invaluable para el arte nacional y para el mundo entero. ¿Qué es lo que lo hace tan valioso?
Luisa Naranjo H*
El oficio de pintar
Este 15 de septiembre falleció Fernando Botero, un artista que concebía su oficio como un quehacer técnico ligado al virtuosismo.
En una entrevista con Gloria Valencia de Castaño en 1992 dijo Botero que “pintar se aprende pintando y haciendo errores y leyendo y mirando museos, pero sobre todo pintando… Y cuando uno conoce más y más la pintura, más se da cuenta de que nunca uno puede decir que sabe pintar”.
Ese eterno aprendizaje dejó para la historia del arte dibujos, acuarelas, pinturas y esculturas.
Heredero universal
Botero fue un estudioso y un admirador de pintores del Renacimiento italiano como Piero de la Francesca y Ucello, pero sus pinturas no siguen la tradición al pie de la letra.
Más bien, retoma una diversidad de elementos provenientes de la historia del arte universal y se detiene en la manera como otros artistas elaboraron sus obras. Un ejemplo es la pintura titulada; Terremoto en Popayán (1999), pues, la representación de las ruinas de las iglesias y las casas, remiten a las pinturas cubistas de Braque, de principios del siglo XX.
Además de su guiño continuado a la historia del arte, Botero se valió de lo anecdótico para mostrar a una sociedad antioqueña blanca, conservadora y camandulera.
En Naturaleza Muerta con helado (1990), el bodegón brilla en un ambiente de luz en el que resaltan los colores propios del arte Pop. Se descubre un helado de color naranja junto a una tajada de ponqué negro cubierto de pastillaje fucsia, igual que el color de la sandía. Todos estos elementos están sobre un mantel de un vívido amarillo, con una cortina morada de fondo. La composición remite, sin embargo, a objetos y ambientes que rememoran los bodegones antiguos, ricos en detalles, como las flores de trazos clásicos en la tapa del tazón verde.
Artista de su tierra
Además de su guiño continuado a la historia del arte, Botero se valió de lo anecdótico para mostrar a una sociedad antioqueña blanca, conservadora y camandulera. En sus pinturas hay presidentes, monjas y hombres montados a caballo, entre otros.
Pero no retrató apenas la antioqueñidad, sino que pintó sucesos que marcaron la historia de la guerra en Colombia, como la masacre perpetrada en Córdoba por paramilitares en el sitio La Mejor Esquina, donde asesinaron a 28 personas el 3 de abril de 1988 a ráfagas de fusil, mientras les gritaban: “salgan todos, partida de guerrilleros”.
También retrató a Manuel Marulanda Vélez, “Alias Tiro Fijo” (1999), con la toalla al hombro. Aunque el líder de la guerrilla de las FARC aparecía siempre con una toalla verde, en el retrato de Botero la toalla es roja, quizás por la alusión al color de la violencia.

El pintor de los detalles de “fina coquetería”
Los artistas, en especial los que se dedican a pintar, observan las pinturas teniendo en cuenta elementos formales como el color, las pinceladas y la composición. Las pinturas de Botero, además de ser ricas en elementos pictóricos, están llenas de detalles, de elementos que pasan desapercibidos, algunas veces camuflados a propósito por el artista y, en otras, evidentes.
Lo interesante de sus pinturas no se reduce a que haya pintado gordos. Más bien, Botero debería ser reconocido por su sentido del humor, como anotó hace años Marta Traba, la crítica de arte argentino-colombiana.
La representación caricaturesca de los animales: el perro peinado con moña en Una Familia (1989); o Una mujer delante de la ventana (1990), que posa desnuda con una mosca minúscula en sus nalgas; caballos con gestos de humano; una Niña comiendo helado (1999) que saca la lengua para saborearlo; una Mujer con pájaro (1973), con un ojo desviado; o La muerte tocando guitarra (1980), retratada como un personaje sonriente que toca el instrumento sin cuerdas.
Esos pequeños detalles cargados de ironía son los que le dan el toque de humor y a su vez obligan al espectador a escudriñar la obra, a buscar o a descifrar el elemento oculto.

En su ensayo titulado Historia Abierta de Arte Colombiano, Marta Traba afirma que Fernando Botero y Gabriel García Márquez compartían una postura ante la realidad nacional, “un surrealismo sui géneris donde el mayor encanto proviene de que las cosas parezcan y no sean”.
Parafraseando a Traba, dice que a través de esas imágenes disparatadas y absurdas que crean Botero y Márquez, no solo se apropian de la realidad, sino que la descubren.
Botero, gestor cultural
A Botero se le conoce por su trabajo artístico, pero poco se habla del papel que jugó como gestor en la difusión del arte en Colombia.
Muestra de ello es el Museo Botero, fundado en el año 2000, cuando donó su colección personal, que incluye dibujos, pinturas y esculturas de artistas internacionales y emblemáticos como Renoir, Monet, De Kooning, Grosz, Giacometti, Miró, Dalí y Bonard —y que, de otra manera, no podrían ser apreciados en el país—.
Entre las condiciones para la donación, exigió la entrada gratuita y que tanto la distribución como el montaje de las obras fueran permanentes. Esta donación puso en evidencia la precariedad existente en materia cultural y la carencia de museos, y reforzó la idea de Botero como un pintor de renombre mundial.
Botero difundió y vendió su obra para que fuera instalada en distintas ciudades del país y del mundo, y además la convirtió en una marca, en un icono. Tanto así que lugares tan afamados en Colombia, como Crepes & Waffles, ambientaba la decoración de sus restaurantes con los afiches de Botero. Las reproducciones se pueden encontrar hasta en salas de espera de consultorios odontológicos y médicos.
Otras versiones de Botero

Artistas contemporáneos como Fernando Uhía se “apropiaron” de la obra de Botero, clonándola. La obra titulada ClonClown (Botero) #1 (1997) hizo parte de una serie en la que el artista pintó doble varias obras de figuras del arte como VanGogh, Grandma Mosses y Baldessari.
En una entrevista realizada por el curador Eduardo Serrano para el programa El taller del artista, emitido por televisión entre 1997 y 1999, el crítico de arte vaticinó un escándalo con este trabajo.
Parafraseando a Traba, dice que a través de esas imágenes disparatadas y absurdas que crean Botero y Márquez, no solo se apropian de la realidad, sino que la descubren.
Uhía, sin embargo, explicó que en el acto de clonar desaparece el estilo, se elimina aquello que fue precisamente la búsqueda de Botero y de los artistas de su época. El artista contemporáneo ya no se define a través de la técnica ni tiene interés en el estilo. Al contrario, las imágenes son consideradas potencialmente manipulables y susceptibles de ser reinterpretadas.
Además, Uhía comentó con ironía que realizaba la serie en vista de que no se podían tener obras de artistas internacionales y de alto valor comercial en el país.
Otro artista, Paulo Licona, hizo unas piñatas monumentales con motivo de la celebración de los veinte años del Museo Botero. Paulo recrea los personajes de la obra y permite al espectador interactuar con ellos: los saca de la bidimensionalidad, los hace tangibles, tridimensionales y hasta portátiles.
Licona se valió de una tradición de celebración infantil para darle vida a estos personajes, como en cualquier película de ciencia ficción. Los personajes de Botero salen de los marcos y se vuelven otros visitantes del museo.
Esta obra es divertida y acerca a los niños y jóvenes al arte de una manera más espontánea. Tiene un propósito pedagógico, como aquel que Botero quiso promover al donar sus obras y su colección, más allá de las visitas al Museo que lleva su nombre y de su propio gusto de coleccionista.

1 Comentario
La vida y obra de Fernando Botero, tiene un gran enfoque técnico y virtuosismo en la pintura, es impresionante como la habilidad de pintar se adquiere a través de la práctica, la experimentación y la dedicación constante. No solo es admirable su dedicación practica sino también su conocimiento en la historia del arte, especialmente en pintores del Renacimiento italiano.
Los elementos artísticos en su trabajo y su sentido del humor se reflejan en la caricaturización de figuras y situaciones. Además de su habilidad artística, me parece sorprendente su influencia y presencia en la cultura colombiana que se ven en la utilización de sus obras en diversos lugares y su capacidad para acercar el arte a un público más amplio. La vida y legado de botero, destaca su compromiso con el aprendizaje continuo y su impacto en la cultura.