La final más larga de la historia incluyó problemas meteorológicos, cancelaciones y actos de violencia. Después de muchas discusiones y especulaciones, se llevó a cabo en un estadio español. ¿Quién ganó realmente?
David Quitián*
Una rivalidad, dos identidades
El duelo entre Boca Juniors y River Plate es el más importante de Argentina y probablemente el más famoso de América Latina. La rivalidad entre ellos se nutre por el origen común, la encarnación de valores opuestos y la disputa por el predominio en la ciudad. La historia oficial narra que ambos equipos nacieron en el mismo barrio: La Boca, a orillas del Riachuelo, en Buenos Aires, pero con el tiempo el club de la banda cruzada trasladó su sede al borde del Río de la Plata en el barrio Núñez. De allí que el nombre de este club sea la versión inglesa del emblemático rio bonaerense.
El alejamiento geográfico se tradujo en distancia simbólica: mientras que Boca Juniors siguió jugando en la modesta cancha que construyó, cuya fisonomía semejaba una caja de bombones (por eso su apodo de “Bombonera”) en un barrio de inmigrantes italianos; River Plate levantó un estadio de aspecto monumental, en uno de los sectores más distinguidos de la Capital Federal.
Esta diferencia también se manifestó en estilos antagónicos al momento de jugar: los azules optaron por abrazar lo popular y el juego corajudo y pasional; en contraste, sus rivales se decantaron por el juego glamoroso. Sus apodos dan cuenta de ello: mientras que a los primeros les llaman “bosteros”, es decir, recogedores de excremento semoviente, a los segundos se les conoce como “millonarios”. Unos encarnan la pasión y los otros la elegancia. En síntesis, el enfrentamiento de estos dos gigantes tiene una dimensión política, pues representa el enfrentamiento de dos ethos: el plebeyo versus el de paladar negro
De la disputa barrial a clásico continental
![]() Equipo River Plate 2018 Foto: Municipalidad de Monte |
Este clásico futbolístico despierta las pasiones más profundas de los bonaerenses, lo cual es sorprendente dada la gran cantidad de clubes en la capital argentina. Los medios de comunicación propiciaron que este duelo barrial se convirtiera en un asunto de magnitud continental.
Primero aparecieron las transmisiones de la Radio Splendid del locutor Fioravanti y las poderosas reseñas de la revista El Gráfico, después surgió el contrabando de cintas en VHS y, finalmente, ocurrió la explosión de la televisión satelital y por cable. Todos ellos se encargaron de exaltar la tradición arquetípica de este enfrentamiento, usándolo como modelo de otras rivalidades citadinas y nacionales. Fue así como los medios argentinos –y posteriormente los latinoamericanos– convirtieron un enfrentamiento entre barrios en el superclásico suramericano por excelencia.
La final (más larga) del mundo
Sin lugar a duda, hoy este duelo supera otros enfrentamientos icónicos como el del Flamengo-Fulminense de Río de Janeiro, el Olimpia-Cerro Porteño de Asunción y el Peñarol-Nacional de Montevideo. Prueba de ello es que este clásico es considerado uno de los mejores espectáculos deportivos del planeta y se ha convertido en uno de los mayores atractivos turísticos de la capital argentina. Su gran prestigio dentro del fútbol latinoamericano permitió, entre otras cosas, que Fox Sports, el canal oficial de la Copa Libertadores, lo promocionara como “la final del mundo”.
Esta propaganda rimbombante es prueba de que los jerarcas del fútbol suramericano vieron una oportunidad de negocios imperdible cuando los dos emblemáticos clubes lograron llegar a la final del torneo: vender la final soñada a mercados distintos al latinoamericano, es decir, el anglosajón, europeo y asiático.
El enfrentamiento de estos dos gigantes tiene una dimensión política, pues representa el enfrentamiento de dos ethos: el plebeyo versus el de paladar negro
Fue por eso por lo que movieron los juegos de sus días y horarios tradicionales: en vez de jugarse una noche de miércoles, se jugó una tarde de domingo, pues solo así era posible atraer al público europeo. En su afán por conquistar más espectadores, la Conmebol hizo esperar a los fanáticos quince días entre un partido y otro (¡una eternidad en cuestiones futbolísticas!). Quizás por una ironía del destino, esta final representó la transición entre el formato actual (de dos partidos), al que comenzará el año entrante y que consistirá en un solo partido jugado en una ciudad previamente designada.
Como si eso no fuera suficiente, la espera entre los dos juegos se alargó por la alteración meteorológica del juego de ida en casa de los ‘xeneixes’ y los hechos violentos en el juego de vuelta. La pedrada al bus de Boca y el gas pimienta lanzado por la policía antimotines produjo en los hinchas de los dos equipos una incertidumbre de telenovela, pues la anhelada final fue pospuesta una vez más.
A la cancelación del juego en la cancha de River Plate, le siguió el sellamiento, la expedición de multa y los ofrecimientos Dubai, Génova, Belo Horizonte, Medellín y Asunción para convertirse en las sedes de la final. A estos acontecimientos se sumaron las desafiantes declaraciones de los presidentes de las dos instituciones que, por un lado, reclamaban el título en el escritorio (Boca) y, por otro, la igualdad de derecho para jugar la vuelta en casa (River). Sorpresivamente, el show terminó con el anuncio de que la Copa Libertadores concluiría en el estadio español Santiago Bernabéu.
Copa “Conquistadores” de América
![]() Copa Libertadores Foto: Gobierno de San Luis |
Lo más desconcertante del anuncio –que descartaba todas las sedes ofrecidas– fue que contradecía el motivo que llevó a los fundadores del torneo surcontinental a bautizarlo Copa Libertadores de América, pues este flamante nombre fue escogido en honor a los próceres que condujeron a las naciones suramericanos a romper el vínculo colonial con las naciones europeas; particularmente con España y Portugal.
Por otro lado, la constitución del prestigio futbolero planetario, que ubica a Sudamérica como el principal oponente del balompié europeo, tanto en disputas de Mundiales de fútbol, como en la antigua Copa Intercontinental de clubes (hoy Mundial de Clubes), se labró mediante torneos como las copas América y Libertadores, con sus singularidades y folclor propio; con su tremenda fertilidad para producir pies de obra, jugadores de factura local y talla mundial, que animan los torneos europeos al hacer parte de las nóminas de los principales clubes del mundo, casi todos del viejo continente. Por todo esto, la decisión de Conmebol atentó contra el patrimonio simbólico del fútbol suramericano.
Estereotipos peligrosos
Aunque existen numerosas pruebas de que la violencia es común en el fútbol a nivel internacional, la prensa y las instituciones deportivas insisten entender los actos vandálicos como un mal endémico del fútbol sudamericano. ¿Será que no han asistido a un partido de los Hooligans?
La decisión de Conmebol atentó contra el patrimonio simbólico del fútbol suramericano.
Estos estereotipos son sumamente peligrosos porque han permitido tildar de “animales” y “salvajes” a los hinchas sudamericanos. Esto niega que en el resto del mundo –particularmente en Europa– también se presentan actos de violencia tan graves como los ocurridos en Suramérica.
En ese orden de ideas, la decisión de la Conmebol fue doblemente desatinada, pues además de significar un retroceso en la liberación colonial, reforzó uno de los tantos clichés negativos que existen sobre nuestro continente. En definitiva, fortaleció los discursos colonizadores por partida doble.
En conclusión, la realización de la final en Madrid puso en evidencia que para los jerarcas futbolísticos –concretamente para la Conmebol– el beneficio comercial es mucho más importante que la conservación del patrimonio histórico-cultural.
*Sociólogo y Magister en Antropología, Universidad Nacional de Colombia. Doctor en Antropología, Universidade Federal Fluminense (Brasil). Integrante de la Asociación Colombiana de Periodistas Deportivos. Twitter: @quitiman.