Atentado en Niza: ¿cómo parar el terrorismo? - Razón Pública
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Atentado en Niza: ¿cómo parar el terrorismo?

Escrito por Jaime Wilches

Promenade des Anglais en Niza, lugar del ataque terrorista

Jaime WilchesPara enfrentar el terrorismo en el corazón de Europa hay que ir más allá de las declaraciones de estados de emergencia y comenzar una reflexión a fondo sobre cómo se puede coexistir en medio de las diferencias en el mundo contemporáneo.

Jaime Andrés Wilches*

Reacciones equivocadas

Niza, una pequeña ciudad al sur de Francia, sufrió un ataque terrorista donde 84 personas resultaron muertas y hubo además gran cantidad de heridos. Esta vez no se trató de una bomba ni de una pandilla armada: fue el conductor de un camión alquilado que arrolló a la multitud reunida para presenciar las celebraciones del 14 de julio. Este nuevo atentado es producto de los odios del pasado, que hacen mella en el presente y aumentan la  incertidumbre colectiva acerca del futuro.

En un artículo anterior Razón Pública habíamos criticado la terquedad de los gobernantes europeos que quieren solucionar el problema del terrorismo mediante anuncios y repudios éticos de innegable elocuencia pero de efectos prácticos muy limitados.

En el caso del 14 de julio los operativos fallaron.

Para los medios de comunicación se ha vuelto un deporte rentable y cómodo el de reproducir las voces de rechazo de los líderes del mundo –quienes se ahorran las incómodas declaraciones de prensa y se limitan a los 140 caracteres de Twitter-, expresando sus condolencias y solidaridad con las víctimas, una formalidad perfectamente predecible dadas sus posiciones de poder. También es decepcionante repasar la prensa internacional y encontrar el mismo cubrimiento mediocre de la noticia en tres pasos: contabilizar el número de víctimas y publicar fotos sensacionalistas, identificar al perpetrador del ataque, y anunciar las “rigurosas” investigaciones por parte de las agencias antiterroristas.

No hay duda de que el número de lectores aumentará durante estos días de dolor, pero poco a poco la noticia se ira desdibujando y la vida continuará como siempre. Sin embargo las expresiones radicales en Francia seguirán sucediendo y se mantendrán las profundas desigualdades sociales que marginan a millones de personas.  

La apuesta por la seguridad

El Presidente francés Francois Hollande.
El Presidente francés Francois Hollande.
Foto: OECD

El presidente de Francia François Hollande tiene un alto grado de responsabilidad por lo que sucedió en Niza. Después del 13 de noviembre de 2015, cuando por primera vez se realizaron ataques suicidas en Francia, Hollande hizo una lectura errónea y procedió a declarar el estado de emergencia que amplía las facultades de la policía y que – más que prevenir el terrorismo- busca y se limita a aumentar la sensación de que las autoridades  están presentes. De esta manera durante la Eurocopa se vio el show repetido de desplegar todos los mecanismos de seguridad para demostrarle al mundo que Francia estaba preparada para enfrentar las amenazas a la tranquilidad del evento futbolístico.

Pero el gobierno pensó menos en los móviles y planes de los grupos radicales, quienes en ese momento ya habían demostrado que sus acciones no iban a ser excepcionales. Si bien  es cierto que uno de los objetivos de este tipo de ataques es llegar a lugares que concentran multitudes, también es cierto que el factor sorpresa es un arma contundente ante la lentitud de los procedimientos policiales. En el caso del 14 de julio los operativos fallaron, se relajó la seguridad y, quizás más diciente, se ignoró que París ya había sido atacada de manera  que las precauciones habrían debido extenderse a la totalidad del territorio.

No se conocen los protocolos de seguridad que se dispusieron para ese día –aunque hay varios indicios de que hubo una excesiva concentración en la Eurocopa y en el Tour de Francia-, pero acciones como las de Niza demuestran que los autores de estos atentados van dos pasos adelante de las autoridades. En un acto de sinceridad, Hollande debería reconocer que ni él ni nadie se imaginaba que una ciudad como Niza sería el blanco de esta tragedia.

Por el contrario, el gobernante francés cometió el mismo error de hace unos meses: declarar un nuevo estado de emergencia. Alguien tendrá que decirle a Hollande y a sus colegas europeos que este tipo de anuncios los hacen quedar en ridículo por una razón teórica y conceptual simple: aunque todavía el Estado mantiene el poder en sus territorios, este dejó hace tiempo de ser el único actor que influye sobre la vida cotidiana de los  individuos y las comunidades.

La paranoia no puede invadir a la sociedad, pero la confianza tampoco es buena consejera.

En esta época de globalización, las expresiones identitarias, los medios de comunicación y las organizaciones no gubernamentales compiten de igual a igual con el Estado por el control de los recursos económicos, las prácticas culturales y las definiciones del modelo político. Por eso este tipo de anuncios estáticos se quedan cortos ante la dinámica de un sistema-mundo dentro del cual circulan varios mundos posibles.

Además, bajo el estado de emergencia sufren en especial los migrantes, que han intentado obedecer las reglas del juego porque sienten que no deben ocultarse pero que acaban siendo el blanco más fácil de los policías, quienes a su vez tratan de mostrar resultados ante las presiones ejercidas desde la comodidad del alto mando.

En estas persecuciones pueden caer integrantes de células terroristas, pero estos grupos han demostrado que no les importa sacrificar la vida de algunos de sus integrantes, con tal de mantener el espíritu de la lucha. Los terroristas han planeado las formas de mimetizarse antes de los ataques y saben que no es difícil anticipar cuál será la reacción de los líderes mundiales después de los mismos. Por eso no debemos sorprendernos cuando en un par de días se muestren abatidos a un par de integrantes de lo que ha dado en llamarse yihadismo.

Pero entretanto el resentimiento social, raíz del odio y la del atentado, seguirá reproduciéndose entre tunecinos, afganos, marroquís o sirios que son ciudadanos franceses o que son residentes legales en ese país.

Los retos de la Europa multicultural

Homenaje a las víctimas del ataque en Niza en el Parlamento Europeo.
Homenaje a las víctimas del ataque en Niza en el Parlamento Europeo.
Foto: European Parliament

Al filósofo italiano Mauricio Lazzaratto le preguntaron sobre las consecuencias del eurocentrismo para América Latina, a lo cual respondió sencillamente que “el eurocentrismo será problema para la misma Europa”. Lazzaratto tuvo razón en esta predicción y su pensamiento es más oportuno ahora que el Viejo Continente vive tres enormes desafíos que no puede ocultar con manifestaciones de orgullo histórico por la Revolución francesa, la Revolución industrial o la creación del Estado moderno.

  • El primer desafío es el sueño de integración. Lo sucedido con la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (Brexit) y el atentado en Niza en este mismo momento ponen a Francia, como líder del sueño europeo, a decidir si la integración es efectiva y se deben fortalecer las políticas sociales que promuevan la inclusión de los migrantes en “un lugar para todos”.
  • En segundo lugar Francia debe comprender que el Estado que se piensa hoy no es el mismo de hace tres décadas. La globalización es un proceso que respeta la nación, pero que integra otros relatos a los que la sociedad accede de manera libre y sin represión. Las acciones policiales sirven para realizar inteligencia sobre los individuos, pero las estructuras sociales se transforman en el largo plazo y con el trabajo de equipos interdisciplinares, encargados de entender los motivos que llevan a algunos a dañar la vida e integridad de otros.
  • En tercer lugar, la paranoia no puede invadir a la sociedad, pero la confianza tampoco es buena consejera y menos ante atacantes que han demostrado que no les importa la concepción de la vida en Occidente. Diseñar planes de seguridad, estrechar lazos de solidaridad ciudadana y evitar dejarse llevar por el suceso que marca rating en los medios de comunicación son estrategias que no acabarán con el terrorismo, pero que permitirían reducir sus impactos.

No hay razón para justificar que un hombre decida subirse a un camión y arrollar a docenas de personas, como tampoco hay razones para llegar a la esquizofrenia de la estigmatización. Europa -y Francia en particular- tendrán que evitar que se propague la sensación de una guerra que se solucionaría cerrando fronteras o enarbolando nacionalismos que hicieron un daño igual o peor durante la Segunda Guerra Mundial.

El terrorismo, al igual que los populismos políticos, adora las multitudes. Europa debe prepararse para enfrentar nuevos ataques sorpresa, entendiendo que sus reacciones policiales y nacionalistas son inofensivas, pues, como lo plantea el clásico libro de Jacques Ellul, Historia de la Propaganda: “La ausencia de masas es desfavorable a la propaganda”.

 

* Magíster en Estudios Políticos, comunicador social y politólogo, docente e investigador de la Universidad de La Salle y del Instituto de Paz (Ipazud) de la Universidad Distrital.

 

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