Mientras en Colombia las elecciones causan un gran revuelo, en Francia el tema no logra despertar entusiasmo. ¿Por qué hay tanta apatía política en un país donde el debate político es constante?
Olga L González*
Apatía política en Francia
Aunque el proceso electoral en Francia ocurre paralelo al colombiano, no se vive de la misma forma.
Piense en este dato: en Francia no hubo ni habrá, antes de la primera vuelta, un solo debate entre los candidatos. En contraste, desde hace varios meses los candidatos a la presidencia de Colombia han realizado muchos debates, y las elecciones se viven como un tema nacional.
De ahí que lo primero que sorprende sobre la actividad política de Francia sea la apatía generalizada con respecto a la campaña.
Una de las razones que explica la apatía política de los franceses es la sensación de déjà vu. Aunque hay una decena de candidatos —desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha—, lo más probable es que la segunda vuelta se dirima entre Macron y Le Pen. Tal como ocurrió en 2017.
Incluso, puede que ahora sea peor. Al menos hace cinco años había intriga por saber quién competiría contra el “fenómeno Macron”. Hubo una suerte de voto-finish entre Le Pen (extrema derecha), Fillon (derecha) y Mélenchon (izquierda). Este año no hay tal intriga, pues el candidato que encabeza las encuestas es el mismo Macron con 27% de intenciones de voto, y le sigue Le Pen con un 21%. Mélenchon tan solo cuenta con el 15%, de modo que no entrará realmente a disputar la presidencia.
Además, este año no estará como opción Fillon, quien fue el primer ministro de Sarkozy, y fue condenado a 5 años de cárcel y 375 mil euros de multa por el affaire de los empleos ficticios. En su lugar entrará Eric Zemmour, el “candidato de Bolloré” —un magnate de los medios de comunicación—.
Esto quiere decir que el candidato de Bolloré llega a disputarle a Le Pen su reinado en la extrema derecha. Este candidato es aún más racista que Le Pen, y fue condenado en tres ocasiones por sus declaraciones racistas.
Reglas electorales
Así, la política electoral en Francia para 2022 parece que no traerá sorpresas.
También puede argumentarse que nada está totalmente escrito. Es verdad. No obstante, la pregunta es si, en la cuesta final, los electores de los otros cinco candidatos de izquierda deciden ir con el voto útil y darle un chance a Mélenchon.
Muy pronto tendremos ocasión de comentar por qué Macron tiene un buen chance de ser reelegido pese a los chalecos amarillos, pese a su política fiscal, y pese a los escándalos que últimamente lo rodean.
Por ahora hay otros aspectos de la política francesa que vale la pena comentar, si bien no explican el estado actual de apatía. Me refiero a algunas reglas electorales francesas, que puede ser interesante contrastar con Colombia.
Así, me detendré en los siguientes tres elementos: la publicidad electoral, las firmas de respaldo a los candidatos, y la figura del vicepresidente.

La publicidad electoral no existe
En Francia, la publicidad está estrictamente reglamentada. No existen las vallas al borde de las vías con la cara y slogan del candidato. Tampoco existen las cuñas en radio, televisión o prensa escrita. Existen muros en cada municipio para pegar afiches.
Entonces, ¿cómo se enteran los ciudadanos de los programas? Por un lado, pueden aparecer en la prensa por medio de entrevistas. En Francia los candidatos tienen derecho a un registro audiovisual equitativo. Los noticieros y programas de opinión deben acordar una duración según el nivel de representatividad que tengan.
Luego, en la recta final de las campañas, el registro audiovisual debe ser de igualdad: todos los candidatos, incluso los que no marquen en las encuestas, deben tener el mismo tiempo de antena.
Adicionalmente, en vísperas de las elecciones llega al buzón de cada elector la “declaración de intención” de todos y cada uno de los candidatos. En vez de tener cubiertas de vallas las ciudades, todas y todos los ciudadanos franceses reciben en su buzón los puntos principales del programa de cada candidato.
Cualquier ciudadano puede ser candidato
En Francia no es necesario el aval de un partido, ni recolectar firmas para ser candidato a la presidencia. Sin embargo, existe una regla para evitar las candidaturas fantasiosas: cada candidato debe obtener 500 firmas de respaldo de personas previamente elegidas (representantes, diputados locales y alcaldes).
Estas firmas no implican ni compromiso ni transacción de votos. Por ejemplo, Mélenchon, quien es actualmente diputado, le dio su firma a Philippe Poutou, candidato trostkista. Con esta firma Poutou puede lanzarse como candidato, pero no significa que Mélenchon esté “comprando” a Poutou, ni que los electores de Mélenchon en 2017 van ahora a votar por Poutou.
La figura del vicepresidente no existe
En Francia no existen duplas electorales. La Constitución prevé que, en caso de ausencia temporal o definitiva del presidente, el presidente del Senado —órgano legislativo que no puede ser disuelto, contrario a la Asamblea— asume el poder. Después, el presidente del Senado debe convocar a elecciones en un plazo máximo de un mes.
En el pasado ya se acudió a esta figura. La última vez fue en 1974, cuando Pompidou murió en medio de su mandato. La transición política se realizó sin estrépito, y en ausencia de un vicepresidente. Por el contrario, hoy vemos cómo todo un país se ve afectado por los problemas de esta dupla.
Estas son algunas de las reglas del juego electoral. Idealmente, buscan garantizar imparcialidad, asegurar la transición en caso de falta del presidente, y garantizar el acceso de candidatos sin partido a la elección.
En esta ocasión, el candidato-presidente Macron tiene una cobertura y visibilidad inmensamente superior a la de sus rivales, y sus rivales más cercanos son… los mismos de ayer. Evidentemente, esta repetición amerita un comentario sobre los asuntos de fondo. Después del voto el próximo fin de semana, volveremos sobre ello.