A raíz de la última masacre en Estados Unidos, ha llegado a Colombia la propuesta de dotar de armas a la “gente de bien”. ¿Qué tanto ayudaría esto a reducir la criminalidad, qué sabemos sobre las armas en Colombia, y qué podemos aprender de Estados Unidos?
Jorge Mantilla*
Todos han matado con un rifle AR15
El pasado 14 de febrero, el mundo entero se estremeció con la historia del tiroteo que dejó 17 muertos en la secundaria Marjory Stoneman Douglas de Florida. Según las autoridades, este sería uno de los diez ataques más sangrientos en la historia reciente de Estados Unidos. La masacre incluyó todos los elementos criminológicos y victimológicos a los que este país se ha venido acostumbrando desde hace ya mucho tiempo.
Según el Washington Post, las edades de las víctimas de estos incidentes oscilan entre los 8 meses y los 95 años, y las hay de las más diversas nacionalidades, profesiones, niveles socioeconómicos y orígenes étnicos. Esto demuestra que no hay un común denominador entre las víctimas, más allá de encontrarse en el mismo lugar.
En cuanto a los perpetradores, poco se sabe. “Debían estar locos”, dice la gente. Así también parece pensar el presidente Trump, quien hace poco consideró dotar de armas a los profesores como una manera de prevenir nuevos tiroteos en instituciones educativas. En Colombia, la propuesta de Trump tuvo eco en la del candidato a la Cámara de Representantes del Centro Democrático Christian Garcés, quien propuso dar armas de fuego a las personas “de bien” que se sientan amenazadas.
Los perpetradores también incluyen la más variada gama de ascendencias, sistemas de creencias o causas y profesiones. Sabemos que comparten un sentimiento de frustración y que además cometieron crímenes tan similares como atroces.
Pero también sabemos una cosa que es fundamental: en los últimos años todos y cada uno de ellos han elegido una misma arma homicida: el rifle semiautomático AR15. Esto quiere decir que gran parte de la respuesta sobre cómo detener este tipo de violencia no está en el perfil de los perpetradores ni en el de las víctimas sino en el acceso que se tenga a determinados tipo de armas.
Ataques cada vez más letales
![]() Debate sobre el uso de las armas en Colombia. Foto: Ministerio de Interior |
El AR-15, la versión civil del M-16 que utiliza a diario el ejército de Estados Unidos, ha sido empleado durante los últimos diez años en incidentes que han cobrado la vida de más de 215 personas. El número de heridos que contaron con mejor suerte dobla esta cifra.
Salas de cine y de conciertos, iglesias y colegios cuentan dentro de los lugares elegidos para matar. El AR15 había estado prohibido por el Congreso desde 1994. En 2004 volvió a estar disponible para el público. Como sucede con otros bienes prohibidos, desde que comenzó el debate sobre la posibilidad de volver a prohibir el rifle, sus ventas aumentaron hasta el punto de ser el rifle más vendido del país.
Unos los consideran un rifle deportivo; otros lo consideran un fusil de asalto y su popularidad se debe a que es un arma fácilmente modificable y por ello también personalizable. Algo que Jack Katz, padre de las teorías fenomenológicas del crimen, describe como una de las seducciones morales y atracciones de hacer el mal: poner el sello propio, el arma como extensión y afirmación del propio ser, resultante en una violencia que se basta a sí misma para explicarse.
Lo anterior es decisivo en una cultura donde los ciudadanos consideran que el principal responsable de la seguridad y la defensa personal no es el Estado sino el individuo.
En Estados Unidos se puede adquirir un AR15 a domicilio por cerca de 500 dólares, casi la mitad de lo que vale el último iPhone.
Todo un entramado cultural envuelve al fenómeno de los tiroteos masivos contra civiles en ese país. Así lo demuestran leyes como la promulgada por el entonces gobernador de la Florida Jeb Bush en 2005, denominada “Stand your Ground”, que autoriza a los ciudadanos a ejercer la fuerza utilizando armas de fuego “si razonablemente entienden que es necesario hacerlo para evitar la muerte o un grave daño físico».
En Estados Unidos se puede adquirir un AR15 a domicilio por cerca de 500 dólares, casi la mitad de lo que vale el último iPhone. Se calcula que hoy en día más de 8 millones de estas armas se encuentran en manos de civiles. Un rifle que puede vaciar un proveedor de 30 proyectiles en menos de siete segundos, sumado a que en diferentes estados de ese país está autorizada la venta y el uso de proveedores de 50 y hasta 100 proyectiles.
Los entendidos en medicina forense y trabajadores de salas de urgencias en general saben que una herida por arma de fuego generalmente tiene una trayectoria lineal con un orificio de entrada y uno de salida. Cuando no se trata de la cabeza, de un órgano como el corazón, o de una arteria principal y el herido logra ser trasladado en condición estable a un servicio médico, la víctima cuenta con buenas probabilidades de salvarse.
En el caso de las heridas producidas por un proyectil de AR15 se produce un efecto que los expertos llaman cavitación y que atribuyen a la velocidad del disparo. No solo existe una trayectoria del proyectil, sino que mueren todos los tejidos cercanos a esta trayectoria. El orificio de salida puede por tanto ser del tamaño de una naranja, de modo que cualquier impacto en un órgano es una herida mortal.
Paradójicamente, un día antes de la masacre en Florida, la legislatura de ese estado votó contra una propuesta que prohibía la venta y uso del rifle AR15 y otros parecidos por 71 votos contra 36.
¿Más armas=más seguridad?
![]() Jeb Bush, promulgador de las leyes denominadas como “Stand your ground”. Foto: Wikimedia Commons |
Más armas equivalen simplemente a más armas y con ellas a aumentar la probabilidad de que la interacción entre dos personas armadas o entre una persona armada y otra que no lo está tenga un desenlace fatal. Más armas constituyen un problema de salud pública y no una solución de seguridad ciudadana.
En Colombia, la propuesta de Trump tuvo eco en la del candidato del Centro Democrático que propuso dar armas de fuego a las personas “de bien” que se sientan amenazadas.
En el caso de la propuesta de Trump de armar a los profesores para detener a los tiradores en las instituciones educativas es preciso hacer una aclaración: la evidencia sobre efectos disuasivos de las armas de fuego se refiere solamente a los delitos cuyo autor espera algún beneficio futuro de su acción, como sería el caso de un delito contra la propiedad o de un sicario. No se conoce ningún caso de un ataque por encargo a escuelas o instituciones similares.
Por el contrario: la mayor parte de los atacantes se han quitado la vida en el transcurso de los hechos, han peleado hasta morir a manos de las autoridades o se han entregado de manera pasiva y desconcertante. Es decir, en sus consideraciones no estuvieron las consecuencias de sus acciones, llámese prisión, culpa o que alguien en el colegio, la sala de cine o la iglesia esté armado.
La propuesta de Trump en Colombia
La propuesta del candidato Garcés del Centro Democrático parte de la desinformación y la ligereza. Sus argumentos son débiles y la evidencia internacional los refuta. Bastan algunas ideas para apreciar la insensatez de esta propuesta y el mito que la sustenta:
- En el estado de Florida, tras promulgarse la ley “Stand your Ground” en 2005 el homicidio aumentó casi un 30 por ciento durante los años siguientes.
- Aunque la mayor parte de portadores de armas en Estados Unidos dice hacerlo por razones de defensa personal, en las ciudades donde más personas portan armas simplemente es mayor el número de homicidios cometidos con armas- en los demás indicadores no hay diferencia-.
- Imaginemos por un momento que las personas “de bien” que sean objeto de riesgos o amenazas reales sean portadoras de armas como propone el Centro Democrático. Luego imaginemos que – como dice Medicina Legal en su informe Forensis- las 43.608 mujeres que fueron evaluadas durante el 2016 por violencia de pareja sean hoy portadoras de un arma de fuego.
Pocos se atreverían a decir que no son personas “de bien”. Seguramente gran parte de estas personas no tienen antecedentes penales y como sabemos, la violencia de pareja es en muchos casos el primer paso de un feminicidio. ¿Queremos ese número de armas en manos de los colombianos?
Es vergonzoso que mientras los políticos en Colombia se disparan tuits unos a otros, nadie hable ni tenga propuestas concretas sobre las armas de fuego, más allá de si se debe autorizar el porte o no.
- Nadie tiene una opinión sobre el problema del tráfico de armas y el comercio de armas hechizas.
- Nadie dice nada acerca de que la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada no tenga la menor idea de dónde están ni cuántas armas hay hoy en manos de las Empresas de Vigilancia y Seguridad Privada.
- A nadie le interesa la mafia incrustada en Indumil y en el Departamento de Control y Comercio de Armas, Municiones y Explosivos que por añadidura no le rinden cuentas a nadie.
Nuestro problema desde luego no es si el AR15 debe autorizarse o no. Nuestro problema es que no existe siquiera una línea base del uso de armas de fuego. Aun así, parecería que todo el mundo tiene una opinión cierta sobre el tema.
*Investigador Asociado del Great Cities Institute- Chicago. Jmanti4@uic.edu