Completo análisis del escenario político tras unas competidas elecciones primarias, que suelen anticipar los resultados de las legislativas de octubre próximo. Un kirchnerismo fortalecido y amenazado a la vez.
Rodolfo Mariani*
Primarias novedosas
La ley 26571 de 2009 — llamada de Democratización de la Representación Política — establece que todos los partidos o alianzas “procederán en forma obligatoria a seleccionar sus candidatos a cargos públicos electivos mediante elecciones primarias, en forma simultánea, en todo el territorio nacional, en un sólo acto electivo, con voto secreto y obligatorio, aun en aquellos casos en que se presentare una sola lista”.
Estas Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) sólo se han realizado en dos ocasiones, en agosto de 2011 y el pasado domingo 11 de agosto:
• Las primeras, de cara a las elecciones presidenciales en octubre de aquel año, donde Cristina Fernández de Kirchner (CFK) triunfó con el 54 por ciento de los votos;
• Las de ahora, con vistas a las elecciones para renovar la mitad de la Cámara de Diputados (127 escaños) y un tercio de los Senadores (24). Vale decir que es la primera vez que se utilizan las PASO en una elección de medio término [1].
Este debut de las PASO en elecciones legislativas estuvo marcado por otro estreno digno de mención: el “voto joven”. Aproximadamente 600.000 jóvenes de 16 años fueron incluidos en el padrón electoral y estaban habilitados para votar, si deseaban ejercer el derecho que la ley 26774 les reconoce desde noviembre de 2012.
![]() Congreso, ciudad de Buenos Aires. Foto: Benjamin Dumas |
Predicción paradójica
Aunque faltan diez semanas para las elecciones legislativas del 27 de octubre, algunas cosas pueden vislumbrarse desde ahora.
Aun si los resultados en octubre se asemejan al de las PASO, no estaríamos en una situación comparable a la de 2009, por los siguientes motivos:
• En primer lugar, en aquella oportunidad el kirchnerismo tenía abierta la posibilidad de reelección de sus dos líderes: Néstor K podía aspirar a dos períodos presidenciales consecutivos y Cristina Fernández podía ser reelecta por un período más (como lo fue finalmente en 2011). Pero ahora, tras la muerte de Néstor, el kirchnerismo no ha construido liderazgos capaces de reemplazarlo.
• En segundo lugar, la oposición en 2009 estaba reducida a un marcado anti-kirchnerismo, mientras que hoy tiende a reconocer algunos aciertos y conquistas del kirchnerismo. Con altas dosis de indefinición, de vaguedad — y de oportunismo — hay una apuesta cercana a una suerte de post-kirchnerismo.
La sociedad argentina parece contener un tercio kirchnerista, un tercio anti-kirchnerista y otro tercio que puede acompañar al oficialismo (como lo hizo en 2011) o distanciarse de él (como en 2009 y en las recientes PASO): la distancia y las tensiones entre los dos núcleos duros tienden a ocupar el sistema político y a hacer invisible a ese tercer grupo.
• En tercer lugar, después de la derrota de 2009, el kirchnerismo recompuso su fuerza electoral pues profundizó el rumbo de gobierno, adoptó políticas inclusivas, amplió los derechos e impulsó cambios legales de alto impacto (ver mi análisis “Argentina: cambios profundos detrás de las elecciones” publicado en Razón Pública en octubre de 2011).
Apelar a la gestión como base para recuperar legitimidad fue una estrategia eficaz: logró avances que la mayoría de los argentinos reconocen y enmarcarán los debates futuros sobre el piso de derechos y políticas que planteó el kirchnerismo en estos diez años.
Sin embargo, a diferencia del período 2009–2011, hoy resulta difícil imaginar políticas o áreas temáticas donde la gestión pudiera darle nuevo impulso del kirchnerismo, como entonces lo fueron la recuperación del sistema de pensiones, la asignación universal a la niñez o la ley de servicios de comunicación audiovisual, por citar unos pocos ejemplos.
Hoy por hoy el interés se ha desplazado hacia una agenda sustantiva y transformadora, pero de poca rentabilidad electoral en el corto plazo: transporte público, seguridad ciudadana, inversiones, energía…
• En cuarto lugar — y en conexión con lo anterior — el contexto económico actual difiere mucho del de 2009.
En aquella oportunidad la Argentina — como toda la región — estaba sacudida por la crisis internacional. Se hicieron grandes esfuerzos para sostener el nivel de actividad y empleo y — aunque el gobierno logró amortiguar los daños — las elecciones se llevaron a cabo en un clima económico adverso.
En esta oportunidad, el contexto es otro: crecen la industria, la producción agrícola, las exportaciones, el consumo. Los desafíos son de otro orden y tienen que ver con cuestiones estructurales, con definiciones estratégicas que ponen a la política en el centro de la atención y exacerban la puja de intereses y las apuestas electorales de los grandes jugadores de la economía.
![]() Presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Foto: Administración Nacional de la Seguridad Social |
En síntesis, por cuestiones de liderazgo en el campo oficialista, de cierta dispersión en el campo opositor, de relación entre temas de agenda e iniciativa política y de contexto económico, el escenario actual parece diferenciarse ostensiblemente del de 2009–2011.
Restan dos meses para unas elecciones legislativas que no se parecen en nada a las anteriores: el kirchnerismo sigue siendo la primera minoría nacional — y una minoría intensa — y la oposición no logra superar su fragmentación.
Pero el peronismo no kirchnerista busca unificarse, ha logrado avanzar unos casilleros y aparece como el principal adversario del oficialismo. En octubre estará en juego algo mucho más relevante que un cambio en la composición de las cámaras.
Adenda: un juego de simulación
Suponiendo que el resultado de las PASO del pasado domingo anticipara el de octubre, ¿cómo quedarían constituidas las cámaras legislativas? [3]
* Politólogo, investigador del CIEDAL, Escuela de Política y Gobierno, Universidad Nacional de San Martín.
@RodiMariani
[1] Las PASO son un instrumento nuevo en el sistema político argentino. De hecho, en las dos ocasiones señaladas han funcionado más como si se tratara de una primera vuelta electoral, que propiamente primarias. Sin embargo, en esta oportunidad hay algunos casos de alianzas que han dirimido a través de las PASO sus candidaturas y no les ha ido nada mal; lo cual permite suponer que en adelante podría expandirse un uso más intensivo y pertinente de las mismas.
[2]Las de 1985 y 1991 no, porque el mandato presidencial por entonces era de seis años. La reforma de la Constitución de 1994 redujo el mandato a cuatro años y, en consecuencia, sólo seis de las ocho elecciones de medio término realizadas hasta hoy fueron previas a una elección presidencial.
[3]Como dijimos, en las PASO hubo fuerzas políticas que dirimieron sus precandidaturas internas, mientras que otras concurrieron con sus candidatos en procura del piso de votos que valida la postulación en las elecciones de octubre próximo. En consecuencia, son situaciones diferentes. Se sabe –entre otras cosas– que la sumatoria de votos obtenidos por las distintas líneas internas de una fuerza pueden o no coincidir con los que reciba el precandidato ganador en octubre próximo. Pero también sabemos que una compulsa en la cual votó el 70% del padrón nacional, constituye una buena base para el análisis y la especulación. En ese cuadro de precauciones y oportunidades se plantea el juego de simulación.