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Álvaro Mutis: una poética del exilio

Escrito por Mario Barrero
mario barreraf alvaro mutis charles baudelaire

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Mario Barrero RazonPublicaLa obra del escritor colombiano, que acaba de cumplir 90 años, es una invitación a vivir en otros tiempos y geografías, a asumir el exilio, con todo lo maravilloso y terrible que esto implica. Aquí, un recorrido por los itinerarios de este viaje.

Mario Barrero Fajardo*

Una invitación al viaje

A mediados del siglo XIX, Charles Baudelaire extendió la siguiente “Invitación al viaje” a sus lectores: “[…] ir a vivir juntos, lejos/ […] / en un país [donde] todo […] es orden y belleza, / lujo, calma y deleite”.

Esta era una convocatoria que, al tiempo que exaltaba las bondades del puerto de llegada, dejaba entrever el deseo de tomar una significativa distancia respecto del punto de partida de la travesía propuesta. Detrás de este propósito anidaba un profundo malestar del poeta francés frente a la “ciudad luz”, concebida por la burguesía, en la que habitaba y desde la cual entonaba su canto poético, como lo plasmó de manera contundente en El spleen de París: “¡A cualquier parte! ¡No importa dónde! ¡Siempre que sea fuera de este mundo!”. 

Un siglo después, el colombiano Álvaro Mutis propuso un llamamiento similar, ahora desde la poesía hispanoamericana que decantaba el legado de los movimientos vanguardistas: 

“Es menester lanzarnos al descubrimiento de nuevas ciudades. Generosas razas nos esperan. Los pigmeos meticulosos. Los grasientos y lampiños indios de la selva, asexuados y blandos como las serpientes de los pantanos. Los habitantes de las más altas mesetas del mundo, asombrados ante el temblor de la nieve. Los débiles habitantes de las heladas extensiones. Los conductores de rebaños. Los que viven en mitad del mar desde hace siglos y que nadie conoce porque siempre viajan en dirección contraria a la nuestra. De ellos depende la última gota de esplendor”. 

A esta invitación, incluida en su inicial arte poética “Programa para una poesía”, sumó la posibilidad de que el viaje propuesto no condujera necesariamente a nuevos escenarios,  estuvieran o no regidos por los anhelados “orden” y “belleza” baudelairianos, sino al encuentro de espacios cotidianos signados por el inevitable desgaste suscitado por el paso del tiempo: 

“Una palabra y se inicia la danza pausada que nos lleva por entre un espeso polvo de ciudades, / hasta los vitrales de una oscura casa de salud, a patios donde florece el hollín y anidan densas sombras, / húmedas sombras, que dan vida a cansadas mujeres. Ninguna verdad reside en estos rincones y, sin embargo, allí sorprende el mudo pavor / que llena la vida con su aliento de vinagre -rancio vinagre- que corre por la mojada despensa de una humilde casa de placer” (“Una palabra”). 

Más allá del cambio de itinerario propuesto en estos versos, las voces poéticas concebidas desde entonces por Mutis dotan de otro significado la “invitación al viaje”. El desplazamiento propuesto no se agota en centrar la atención en los puertos de salida y llegada, sino en lo experimentado por el viajero a lo largo del trayecto, tal cual lo resumió años después Maqroll el Gaviero, la emblemática voz sobre la que gravita gran parte del universo literario de Mutis:

 “Una caravana no simboliza ni representa cosa alguna. Nuestro error consiste en pensar que va hacia alguna parte o viene de otra. La caravana agota su significado en su mismo desplazamiento. Lo saben las bestias que la componen, lo ignoran los caravaneros. Siempre será así” (La Nieve del Almirante). 

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Foto: Casa de América -Álvaro Mutis. 

Ciertos “caravaneros mutisianos” sí tendrán conciencia de ello, y por ello postularán una “invitación al viaje” más radical que las referidas hasta ahora, como en una de las más citadas sentencias de Maqroll: 

Sigue los navíos. Sigue las rutas que surcan las gastadas y tristes embarcaciones. No te detengas. Evita hasta el más humilde fondeadero. Remonta los ríos. Desciende por los ríos. Confúndete en las lluvias que inundan las sabanas. Niega toda orilla” (La Nieve del Almirante). 

La poesía de un eterno exiliado

La paradoja es que esta invitación ya no la enuncia el otrora marino que desde la posición privilegiada de la gavia oteaba el horizonte con la intención de prevenir al resto de la tripulación sobre los peligros que podían desviar el rumbo de la embarcación, sino el ahora “marinero en tierra” que deambula por la cordillera andina emprendiendo todo tipo de empresas, signadas desde un comienzo por una asfixiante sensación de fracaso. 

Un escenario de extrañamiento permanente como el que transmitió en los años sesenta del siglo pasado otra de las criaturas poéticas mutisianas, más afín al yo autobiográfico del autor, al constatar la irrupción de una perturbadora voz: 

“Voz del exilio, voz de pozo cegado,
voz huérfana, gran voz que se levanta
como hierba furiosa o pezuña de bestia,
voz sorda del exilio,
hoy ha brotado como una espesa sangre
reclamando mansamente su lugar
en algún sitio del mundo”. (“Exilio”) 

El reclamo de un lugar que solo hallará respuesta en la memoria de la aludida figura poética: 

“Hoy, algo se ha detenido dentro de mí,
un espeso remanso hace girar,
de pronto, lenta, dulcemente,
rescatados en la superficie agitada de sus aguas,
ciertos días, ciertas horas del pasado,
a los que se aferra furiosamente
la materia más secreta y eficaz de mi vida”. (“Exilio”) 

Pero este reencuentro con el tiempo ido no brindará sosiego a quien lo experimenta. Al contrario, le revelará su condición de desterrado condenado a habitar en un “largo presente de exiliado”: 

“Y es entonces cuando peso mi exilio
y mido la irrescatable soledad de lo perdido
por lo que de anticipada muerte me corresponde
en cada hora, en cada día de ausencia
que lleno con asuntos y con seres
cuya extranjera condición me empuja
hacia la cal definitiva
de un sueño que roerá sus propias vestiduras,
hechas de una corteza de materias
desterradas por los años y el olvido.” (“Exilio”) 

No solo habita el exiliado con la conciencia de lo irrecuperable, también con el reconocimiento de su inevitable condición de mortal. Estas dolorosas revelaciones son “el precio del exilio” al que hará mención Mutis en una extensa conversación sostenida con su colega Juan Gustavo Cobo Borda, a propósito de su vida en tierras mexicanas desde mediados del siglo pasado:

“El exilio es una cosa muy seria, como la cárcel, como la muerte, como el erotismo. Esas no son cosas por las cuales se pasa en forma superficial y juguetona. El exilio duele, lastima y acaba matando. Ningún ser humano está hecho para vivir fuera de la tierra donde nació. Esta es una convicción mía muy profunda. Si la suerte y el destino lo llevan a vivir fuera de ella y si, incluso, este exilio se vive con lucidez y la compenetración vital con la tierra que a uno lo acoge, […] el precio, de todos modos, es muy alto”. 

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Foto: Wikimedia Commons -Juan Gustavo
Cobo Borda. 

Un personaje-autor viviendo en un tiempo ajeno 

Esta constante mutisiana de asumir el exilio como materia prima de su quehacer escritural, tanto en su vertiente poética como narrativa, es la que lleva a estudiosos de su obra, como Eduardo García Aguilar, a valorar dicho corpus literario como una “poética de la extranjería”. En la que una vez más, Maqroll el Gaviero asume su condición de figura emblemática. 

Para corroborarlo, basta reparar en algunas de las “señas de identidad” de este personaje: Responde a un nombre, que como tantas veces lo ha señalado su autor, no es susceptible de asociar a un lugar de origen o a un ámbito cultural determinados. Carga consigo un pasaporte chipriota, del cual siempre señala su carácter de documento falso. 

De sus extensas y dilatadas conversaciones con aquella voz, que desde la lejana “Oración” se ha encargado de editar y divulgar sus sentencias, se desprenden unos vagos datos de su infancia y adolescencia transcurridas en la tierra caliente sudamericana, su fugaz paso por un anónimo colegio regentado por los jesuitas, el sorprendente aprendizaje de la lengua flamenca gracias a su madre, y su temprano oficio de gaviero en un ballenero irlandés. 

Una variopinta hoja de vida que, más allá de los inevitables puntos de encuentro con la biografía de su creador, permite presentar a Maqroll como un meteco consuetudinario. Pero que no solo vive un permanente exilio geográfico, sino también temporal. 

Sirva de ejemplo de exilio en el tiempo la respuesta que en su día dio a la policía de Vancouver, luego de un extenso recorrido por los bares del puerto en compañía de Alejandro Obregón, al ser interrogado por su lugar de origen: “Yo soy un chuan extraviado en el siglo XX” (Amirbar). 

Esta provocadora identificación con los campesinos del norte de Francia que en 1789 tomaron partido por la causa monárquica en lugar de sumarse a la revolución, ejemplifica lo que en su día anotó en el diario que escribiera mientras remontaba las aguas del río Xurandó: “el vivir en un tiempo por completo extraño a mis intereses y a mis gustos” (La Nieve del Almirante). 

Confesión afín con el constante malestar que su creador ha manifestado sentir por el mundo contemporáneo, como lo reiteró a finales de los años 90 a Carlos Freseneda: 

“No sólo no me apasionan [los tiempos que corren], sino que me produce hastío esta época siniestra de barbaridad, de violencia, de crímenes organizados y masivos, de holocaustos aterradores […] Esta época de ahora es exactamente la época en la que no hubiera querido vivir jamás, y me duele que la vivan mis hijos, y me da mucho coraje por mis nietos”. 

Pero será justamente esa sensación de extrañamiento permanente, tanto geográfico como temporal, la que conducirá a Mutis a articular su obra literaria en torno a la poética del exilio hasta aquí reseñada, no solo como respuesta a una necesidad biográfica particular, sino también en cuanto diálogo con una extensa y variada tradición literaria. 

Recuérdese lo que a A.O. Barnabooth —un pariente lejano de Maqroll, concebido por el escritor francés Valery Larbaud— apuntó en su Diario íntimo a comienzos del siglo XX: “Seamos serios o frívolos / no olvidemos que en la tierra / solo hay extranjeros”. 

 

 * Profesor asociado del Departamento de Humanidades y Literatura de la Universidad de los Andes. 

 

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