Durante algunos meses del año es terrible la calidad del aire en Bogotá y otras ciudades de Colombia. Los alcaldes decretan alertas ambientales, pero el problema no es únicamente causado por las ciudades, sino que involucra a todo el territorio nacional. ¿Qué hacer?
Ricardo Morales Betancourt*
Otra alerta ambiental
Los habitantes de Bogotá han vuelto a padecer varios episodios de mala calidad del aire. El aumento de la contaminación ha llegado a un nivel tan alto que las autoridades de la ciudad tuvieron que declarar un nuevo estado de alerta ambiental.
Al igual que en ocasiones anteriores, la alerta se debe a los altos niveles de material particulado (PM) en la atmósfera. Estos exceden los 35.5 µg/m3 (microgramos de PM por cada metro cúbico de aire) en varias zonas de la ciudad de forma sostenida, es decir, durante más de 24 horas.
Generalmente, ante estas situaciones, se tiende a asumir una postura pasiva, o al menos de impotencia, por la aparente lejanía del origen de las emisiones. Es fácil pensar que no hay nada que se pueda hacer para evitar o mitigar el problema.
La presencia de PM en altos niveles constituye una amenaza para la salud de todos, especialmente de los más vulnerables, como los niños menores de 5 años, las personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares de base y los adultos mayores.
Incendios en el campo
Al igual que en ocasiones previas, una de las causas principales del fenómeno es la llegada de masas de aire contaminadas por el humo de quemas e incendios en distintas regiones del país.
Investigaciones recientes documentan el enorme impacto de las quemas sobre la calidad del aire en todo el territorio nacional. De hecho, durante el primer trimestre abundan las quemas en la Orinoquía, así como los incendios en zonas boscosas del sur y centro del país.
Gracias a esos estudios, ahora se entiende también que, no solamente en el primer trimestre, sino también en el mes de septiembre, las emisiones atmosféricas ocasionadas por los fuegos deterioraron severamente la calidad del aire en la capital. Por ejemplo, entre el 23 y el 27 de septiembre de 2022, la ciudad experimentó unos niveles de PM que estuvieron muy cerca de ocasionar una alerta por mala calidad del aire.
Un excelente ejemplo del papel que jugaron las quemas sobre la calidad del aire ocurrió durante el momento más estricto de la pandemia, en los meses de marzo y abril. Pese a la reducción cercana al 85 % en el tráfico de vehículos en la ciudad, los niveles de PM se mantuvieron muy altos, debido a los incendios en el territorio nacional. Sin embargo, hay que decir que situaciones similares se han vivido prácticamente en todos los años desde el 2016.
No son incendios, son quemas
Generalmente, ante estas situaciones, se tiende a asumir una postura pasiva, o al menos de impotencia, por la aparente lejanía del origen de las emisiones. Es fácil pensar que no hay nada que se pueda hacer para evitar o mitigar el problema.
No obstante, a pesar de lo complejo que es atender estos episodios ambientales, pienso que, si se cumplen las políticas ambientales que se han ido estipulando, es posible mitigar considerablemente el problema.
Para empezar, habría que reconocer las causas de las quemas e incendios. Se cree erróneamente que los incendios resultan de causas naturales o fortuitas, pero rara vez es así en el país. Al analizar las zonas donde ocurren los incendios es fácil ver que la ubicación coincide con la línea que separa la frontera entre la Amazonía y la altillanura. Con frecuencia las regiones se superponen con las áreas de mayores tasas de deforestación, justamente en esas zonas donde la frontera agrícola se expande hacia zonas previamente no intervenidas.
Es decir, los incendios son causados por la expansión de la frontera agrícola y ganadera, y están estrechamente asociados con la rampante deforestación de los bosques.
Afrontar el problema que sí es
Un primer paso sería cumplir los compromisos internacionales que el gobierno adquirió. En la edición 26 de la Conferencia de las Partes (COP26), celebrada en Glasgow en 2021, Colombia se comprometió ante la UNFCCC de la ONU a una severa reducción de sus emisiones de gases efecto invernadero, causantes de la crisis climática.
El compromiso de Colombia consiste en evitar la emisión de cerca de 175 millones de toneladas de CO2 para el año 2030. Para cumplir esta meta sería imperativa la pronta y seria reducción de la deforestación, que con frecuencia excede las 200 mil hectáreas al año. También tendría que acelerase la descarbonización de la generación eléctrica – entre otras muchas medidas-.
El control efectivo de la deforestación permitiría varias cosas: conservar los bosques megadiversos, mantener intacta la función vital en el ciclo hídrico de la región, preservar el carbono fijado en el suelo, y disminuir sustancialmente los incendios. Al disminuir la frecuencia y severidad de los incendios se lograría, de paso, disminuir la frecuencia con la que los ciudadanos estarían obligados a respirar un aire insalubre, nocivo para la salud.
Una política seria de cumplimiento de los compromisos climáticos del país traería múltiples beneficios para la calidad del aire y, más importante aún, para la salud de los colombianos.
El caso de la asociación entre deforestación, incendios y calidad del aire, ya está claro. Otro ejemplo para mejorar la emisión de PM sería la progresiva electrificación del transporte en todo el territorio colombiano. Con esta mejora la calidad del aire que respiran los habitantes del país sería mucho mejor, especialmente dentro de las grandes ciudades.

El control efectivo de la deforestación permitiría varias cosas: conservar los bosques megadiversos, mantener intacta la función vital en el ciclo hídrico de la región, preservar el carbono fijado en el suelo, y disminuir sustancialmente los incendios. Al disminuir la frecuencia y severidad de los incendios se lograría, de paso, disminuir la frecuencia con la que los ciudadanos estarían obligados a respirar un aire insalubre, nocivo para la salud.
Colombia tiene la capacidad institucional y el talento humano suficientes para establecer modelos nacionales predictivos de la calidad del aire, para hacer un monitoreo más efectivo y eficaz del uso de los suelos y del estado de conservación de los bosques.
Realmente es hora de tomarnos en serio el tema de asegurar un entorno sano con mejor calidad del aire para todos, y un futuro en el que mitiguemos las severas consecuencias del cambio climático global. Esto exigirá grandes esfuerzos de control territorial sobre estas zonas, es decir, un gran despliegue institucional para frenar en seco los problemas del cambio climático.