Esta crisis debería ser una oportunidad para la transformación del campo colombiano. Pero también puede ser todo lo contrario.
Enrique Herrera Araújo*
El drama del sector
La COVID-19 debería ser una oportunidad para el agro y el desarrollo rural, pero ello no implica que lo sea, es más, puede ser todo lo contrario.
También dependerá de lo que cambie la sociedad. Me explico: Las sociedades están transitando a una sociedad del riesgo y por tanto se quieren asegurar que lo que está ocurriendo con el coronavirus no vuelva a pasar jamás. Es la creación de nuevas ciudadanías, en este caso la sanitaria.
Esas nuevas ciudadanías reclamarán nuevas seguridades: sanitaria, alimentaria, climática y cibernética. Pero en el agro hay problemas que resolver en la logística, cadenas de producción y suministro, comercialización, contracción de la demanda, ilíquidez en el mercado, etc.
-Por el lado de la oferta, ya se registran dificultades en cuanto a la colocación de alimentos. Antes de la pandemia, el 80% de las compras se hacían fuera de la casa, pero hoy hoteles, restaurantes y muchas tiendas de barrio están cerrados y ello ha implicado un difícil reacomodo de los canales de comercialización para colocar los productos en los hogares. Y aunque florecen los domicilios, esto no alcanza a compensar los efectos del confinamiento obligatorio.
Los supermercados no están ubicando en las estanterías productos elaborados -los gourmet-, sino los básicos, que dejan poca utilidad porque tienen un escaso valor agregado. A más de ello, se aumentaron los gastos en bioseguridad.
-Por el lado de la demanda, la caída del ingreso de los hogares, su falta de liquidez y los problemas logísticos hacen que los productos del campo puedan venderse a menos precio o hasta pudrirse en las fincas -y que el agricultor registre grandes pérdidas o entre en caída libre-.
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El sacudón mundial
Pasada la crisis no podremos volver a lo de antes, porque se asoman cambios de fondo para la economía rural en cuanto a la actividad productiva y la estrategia de comercialización.
Habrá también cambios significativos en la organización mundial de la agricultura, porque ha quedado al descubierto la vulnerabilidad y dependencia de las redes internacionales de producción y ello implicará un reacomodo de los países y las empresas proveedoras. Esto quiere decir que probablemente habrá una geolocalización empresarial. Ya no todo estará en China y menos la producción estratégica y más aún cuando ya se habla del riesgo chino por su falta de transparencia y por su régimen político.

Foto: Ministerio de Agricultura
La COVID será un elemento disruptivo- Se requiere una transición hacia el agrotech.
Dificultades en cuanto a la colocación de alimentos.
También aumentarán las restricciones para exportar productos agrícolas y pecuarios, comenzando por las sanitarias (inocuidad y fitosanitarias). Esto a su vez inducirá un debilitamiento y un ajuste en las redes internacionales para llegar -en lo posible- a un menor nivel de interdependencia productiva y comercial.
Así mismo se acelerará la profundización de la digitalización y el uso de los robots en los procesos de producción disminuyendo con eso la demanda de mano de obra no calificada.
Igualmente – y para bien o para mal- habrá mayor intervención del Estado en los mercados.
Tres oportunidades para la agricultura colombiana
Esta pandemia es un evento disruptivo, como lo fueron la aparición del internet, los celulares, o aún el 11 de septiembre. Por eso hay que seguir atentamente la trayectoria del coronavirus, para que el agro colombiano pueda sacar ventaja de la situación a través de distintas herramientas.
El imperio de hoy se llama digital y por tanto es necesario adentrarse en macrodatos, big data, inteligencia artificial, comercio digital, transferencias electrónicas y virtualidad a través de un programa ambicioso de agrotecnología. Una entidad como la Agencia de Desarrollo Rural podría llevar la batuta. Estamos en el imperio digital y este ya no lo ejerce los Estados, pero si Google, Amazon, Facebook o Twitter. Si ello no se hace el agro seguirá atrás.
Por otro lado, con la pandemia se privilegiarán los circuitos cortos de mercados. Y sería a su vez la oportunidad para impulsar de veras un programa de agricultura familiar, que al mismo tiempo atendería la situación alimentaria y elevaría el ingreso de los campesinos.
Probablemente habrá una geolocalización empresarial. Ya no todo estará en China
También cabe pensar en un programa de empleos de emergencia para las áreas rurales y las zonas rezagadas, por el estilo de los que fueron usados en América Latina en el momento de paliar los efectos de la “década perdida”. Son proyectos intensivos en mano de obra no calificada, de carácter temporal, con remuneración mínima, y típicamente dedicados a construir infraestructura para las comunidades: mejoramiento de vías terciarias; construcción, ampliación y optimización de acueductos y alcantarillados; limpieza y fumigación de calles y alcantarillas; limpieza y repoblamiento de ciénagas…
Los programas anteriores podrían ser financiados entre el Gobierno nacional y las entidades territoriales en el marco de la emergencia. Así podríamos ayudar a resolver los problemas acuciantes de pobreza y de seguridad alimentaria.

Foto: Presidencia de la República
La COVID puede ser una oportunidad para el agro y el desarrollo rural.
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Igualmente habrá que prestar más atención y vigilancia a las líneas de crédito especial, revisar las condiciones al financiamiento, endeudamiento y moratoria de créditos del sector agropecuario dando incentivos económicos y fiscales.
El agro colombiano puede tomar uno de dos caminos en el poscovid: dar el salto a la agricultura digital o quedarse en la atrasada agricultura análoga. Amanecerá y veremos.
*Abogado, especialista en Desarrollo Regional y magister en Gestión Pública, experto en tierras, agro y desarrollo rural. @enriqueha