2023 será un año complicado para la economía global. Por eso importa mucho que el gobierno adopte las medidas necesarias para acelerar el crecimiento y contener la inflación, al mismo tiempo que avanza en las promesas sociales del Pacto Histórico. El desafío no es fácil.
Gabriel Angarita*
Los desafíos del gobierno
El 2023 será el año para ordenar la casa en materia económica.
Esto podría hacer que las expectativas de cambio se estrellen contra la realidad, lo cual dependerá en buena medida del uso del gasto público para mitigar los efectos del desempleo y la pobreza, en un año marcado por la desaceleración económica y la elevada inflación.
Tras salir de la pandemia y comenzar la recuperación de la economía colombiana, jalonada principalmente por el consumo y medidas políticas como los subsidios, se vislumbra un 2023 dominado por la necesidad de corregir serios desbalances en materia económica, que han llevado, por ejemplo, a tener una alta inflación y un aumento de la deuda pública.
En el 2023 afrontaremos la normalización de la política económica local e internacional. Esto implica que será un año para afrontar el difícil entorno mundial, sin descuidar la apuesta por mejorar los niveles de desarrollo y bienestar, en consonancia con el programa del “gobierno del cambio”.
Esto último dependerá del uso correcto de los instrumentos de política económica, principalmente los del gasto público, que tendrá 20 billones de pesos más que en 2022, provenientes de la reforma tributaria y de conformidad con el plan financiero presentado por el gobierno (ver comentarios sobre la reforma tributaria 2022).
Las prioridades de política económica consistirán entonces en llevar la inflación a un solo dígito, corregir el desbalance externo, seguir disminuyendo la deuda pública y encontrar nuevas fuentes de crecimiento, como la reactivación del comercio con Venezuela (comercio que en su mejor momento alcanzó a valer 7.000 millones de dólares).
Vientos de desaceleración internacional
En 2023 las economías desarrolladas verán disminuir su ritmo de crecimiento, con las previsiones de una leve recesión en el caso de Europa, mientras que Estados Unidos tendrá un aterrizaje más suave, dependiendo de la inflación y del comportamiento del mercado laboral. En China se observará una aceleración del crecimiento, supeditada a la reapertura de la economía una vez abandona la política de cero Covid, lo que la llevará de nuevo a ser un impulsor del crecimiento mundial.

Por su parte, la inflación cerró en 13,2 %, mientras que la de alimentos se ubicó 27 %, bien por encima de lo esperado por los analistas y motivo de preocupación para los colombianos. Entre las causas de la inflación se cuentan elementos como el alto consumo de los hogares, impulsado por el crédito (factores de demanda), así como costos elevados de los insumos de producción como los asociados con los alimentos (factores de oferta).
Al fenómeno anterior debe añadirse el hecho de que las economías desarrolladas estén viviendo un aumento notable en sus niveles de precios, sobre todo de los alimentos y la energía, lo que ha llevado a que los bancos centrales aumenten sus tasas de interés, encareciendo y dificultando el acceso al crédito para países como Colombia.
Así, en 2023 el crecimiento económico mundial, según el consenso de los analistas, se ubicaría en 1,8 %, nivel inferior al 2,8 % del 2022 (reporte Goldman Sachs de noviembre de 2022).
Pero también se espera que la inflación en las principales economías empiece a ceder en el primer semestre del año y a medida que la demanda global se vaya contrayendo. Los costos de producción disminuirán una vez que se superen los problemas de logística y transporte internacional, y que los precios del petróleo y el gas se ajusten levemente a la baja.
Los indicadores que debemos vigilar serán los de inflación y empleo en Estados Unidos, que a su vez guían las decisiones de la Reserva Federal. Se espera que, a medida que la inflación empiece a ceder y el mercado laboral se torne más difícil, bajarán notablemente las tasas de interés, estimulando la economía mundial hacia el final de este año. Una buena noticia para Colombia por la reactivación que supondrá del comercio y del flujo de capitales.
Colombia tras la pandemia
El año 2022 cerró con un crecimiento de la economía colombiana cercano al 8 %, con un segundo semestre muy marcado por la desaceleración. De esta manera completamos el rebote o la normalización tras salir de la pandemia.
Por su parte, la inflación cerró en 13,2 %, mientras que la de alimentos se ubicó 27 %, bien por encima de lo esperado por los analistas. Entre las causas de la inflación se cuentan elementos como el alto consumo de los hogares, impulsado por el crédito (factores de demanda), así como costos elevados de los insumos de producción como los asociados con los alimentos (factores de oferta).
Por eso, para combatir la inflación, se necesitan varias herramientas. Una de las principales será la de la tasa de interés, de modo que debemos esperar nuevos aumentos de la tasa de interés por parte del Banco de la República. Así la tasa de referencia se ubicaría por encima del 12 % actual.
La Junta del Banco de la República tendrá presión del gobierno y del sector empresarial, que ya al comenzar el año han hecho varios llamados para frenar las alzas en la tasa de interés. La Junta entonces debe enviar un mensaje claro en cuanto a su tarea de contener la inflación, esperando que el año cierre, por los menos, en niveles cercanos al 8 % y que en 2024 pueda irse acercando al rango meta en el orden del 3 % anual. Las otras medidas para frenar la inflación deberían concentrarse en reducir los costos de producción, incluyendo por ejemplo los de los fertilizantes, con reducciones de aranceles o costos de transporte.
Con todo ello, 2023 tendrá una desaceleración económica, con un crecimiento entre 0,5 % y 2 %, de acuerdo con las proyecciones de las entidades oficiales. Este menor crecimiento será impulsado por la disminución del consumo, lo cual hará que el crédito se estabilice con relación al año anterior. Además, la desaceleración global afectará el crecimiento del país con menores exportaciones y menores flujos de inversión.
Las apuestas
La nueva reforma tributaria y el Plan de Desarrollo, que se aprobará en la primera mitad del año, le darán al gobierno los instrumentos para afrontar los retos económicos del año.
Estas serán las herramientas para atender las expectativas de cambio que se reflejaron en las urnas. Pero para esto tendrá además y contrarrestar la desaceleración económica y la elevada inflación. De lo contrario tendría que pagar una factura política por los altos niveles de desempleo y pobreza.
Las prioridades de política económica consistirán entonces en llevar la inflación a un solo dígito, corregir el desbalance externo, seguir disminuyendo la deuda pública y encontrar nuevas fuentes de crecimiento, como la reactivación del comercio con Venezuela (comercio que en su mejor momento alcanzó a valer 7.000 millones de dólares).
Acá la pregunta es cómo realizar un gasto público correcto, que sea eficiente y bien focalizado, que llegue a los hogares correctos, que ayude al crecimiento de la economía, y que no se desvanezca sin ningún efecto o llegue a los bolsillos de los más ricos. Por ejemplo, necesitamos que el gobierno canalice las ayudas sociales a través de mecanismos ya probados; esto para ayudar a los hogares más pobres a mitigar la inflación, como lo está haciendo Chile con un paquete de medidas de Seguridad Económica, que incluye una transferencia para cubrir el mayor costo de los alimentos.
Al final, para llevar a buen puerto un plan de gobierno, es necesario tener una inflación controlada, cuentas fiscales sanas y un crecimiento robusto. Sin eso, cualquier plan se desbarata. De aquí la necesidad de ordenar la casa, pero sin perder de vista los retos de desarrollo y pobreza.