Este fue el año de la paz representada, de proyectos y exposiciones que mostraron las facetas y memorias del conflicto armado en el país y en el exterior, creando conciencia sobre nuestra historia.
Diana Galindo Cruz*
Arte y violencia
La violencia que ha signado al país también ha penetrado diversos lenguajes como el arte y el diseño. A la caricatura política de finales del siglo XIX y principios del XX siguió la evocación de la situación del país en las obras de figuras como Alejandro Obregón, Débora Arango y otros.
Estos ejercicios de producción y catarsis podían exhibirse en espacios expositivos como parte de retrospectivas o en diálogo con otros artistas, pero la línea argumental dominante no era la violencia.
En este sentido, la exposición Arte y Violencia en Colombia desde 1948, inaugurada en 1999 por el Museo de Arte Moderno de Bogotá marcó un hito en la curaduría de proyectos expositivos enfocados en la situación del país.
La exposición contaba con 149 obras entre pintura, escultura, grabado, fotografía, video e instalación, de 61 artistas colombianos, y se desarrolló en el marco del fallido proceso de paz realizado por el gobierno de Andrés Pastrana.
Desde finales de 2018 y durante 2019, en el territorio colombiano se han desarrollado distintas iniciativas de representación y exhibición del conflicto armado. Muchas de ellas se han visto directamente afectadas por el cambio de gobierno y, sobre todo, de discurso en torno al conflicto armado. Estos son algunos casos emblemáticos.
Los monumentos a la paz
A finales de 2018 se inauguró Fragmentos, la propuesta de la reconocida artista Doris Salcedo seleccionada para cumplir la implementación del punto 3 del Acuerdo de paz entre el gobierno y las FARC, en el cual se establece que parte del armamento entregado por la guerrilla debe utilizarse para hacer tres monumentos, uno de ellos en territorio colombiano.
Este espacio, que a principios de año recibió alabanzas y críticas, en agosto avanzó a su segunda etapa: el montaje en él de proyectos artísticos relacionados con el conflicto. Actualmente se encuentran en exhibición Duelos, de Clemencia Echeverri y Antibalas, de Felipe Arturo.

Foto: Centro Nacional de Memoria Histórica
Ensamble del Museo Itinerante en Montes de María.
Se espera que las nuevas intervenciones den un matiz diferente a Fragmentos, un lugar que, a pesar de su carácter de “contra-monumento”, tiende a evocar jerarquización y verticalidad, en parte por su ubicación en la capital, por el prestigio de la artista y por ciertas restricciones iniciales en el proceso de convocatoria a los proyectos, algo que se ha matizado con la aclaración de que las víctimas y excombatientes pueden participar mediante asociación con un artista.
Por otra parte, merece especial atención el segundo monumento, destinado a Nueva York. La escultura Kusikawsay, del artista Mario Opazo, fue por fin instalada en el jardín de esculturas de la ONU, tras pasar por una serie de dificultades que postergaron su inauguración hasta agosto de este año, a pesar de que estaba lista desde septiembre de 2018.
La demora en la producción y montaje de Kusikawsay, palabra que significa “vida nueva y venturosa” en quechua, despertó en su momento las mismas suspicacias que hoy despierta el silencio en torno al proyecto del tercer monumento fijado por el Acuerdo y que tendrá a La Habana como destino.
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El Mochuelo levanta vuelo
Con un menor despliegue mediático fue inaugurado el 15 de marzo en El Carmen de Bolívar (Bolívar) el Museo Itinerante de la Memoria y la Identidad de los Montes de María (MIM), conocido como “El Mochuelo”, proyecto desarrollado durante 11 años como iniciativa de la comunidad de Montes de María, uno de los territorios que ha sufrido con mayor crudeza el conflicto armado.
El Colectivo de Comunicaciones de los Montes de María Línea 21 (CCMMLa21), corporación creada en 1994 por Soraya Bayuelo y Beatriz Ochoa con otros líderes comunitarios y gestores culturales del territorio, fue el encargado de conseguir recursos humanos y económicos para el desarrollo de este proyecto, el cual consiste en una estructura desmontable que permite la itinerancia de la exhibición.
A la par del resultado se destaca el arduo trabajo de articulación detrás del proyecto, que implicó el desarrollo de distintas estrategias para la recuperación de la memoria de la comunidad, el estudio de técnicas de museografía y una continua gestión para lograr el apoyo de múltiples agentes, incluidos algunas instancias académicas y países como Francia y España.
En palabras del museólogo William López: “este espacio da cuenta de las audaces y creativas formas de acción individual y colectiva que la comunidad asumió para sobrevivir a la imposición de un conflicto fratricida, y también de las potentes estrategias de construcción de futuro de estas comunidades”. Resulta esperanzador que iniciativas de este tipo logren salir adelante en el país.
El testigo detrás del lente
Desde octubre de 2018 se encuentra en el Claustro de San Agustín de la Universidad Nacional de Colombia la exposición El Testigo: Memorias del conflicto armado colombiano en el lente y la voz de Jesús Abad Colorado, una antología que reúne más de 500 fotografías, muchas de ellas inéditas, de la valiosa labor de registro de este periodista.
Así como las fotografías de Sady González se convirtieron en el principal referente visual del ‘Bogotazo’, el episodio que marcó el inicio de La Violencia, la obra de Abad Colorado hace lo propio con las circunstancias actuales. Ambas obras combinan el rigor periodístico con la sensibilidad artística, lo que dota a las imágenes de un aura particular.
De forma paralela, la exposición fue adaptada para el Museo La Tertulia, en Cali, donde se inauguró el 28 agosto como parte de la temporada de fotografía Luz para la Memoria, en la que cinco exposiciones presentan distintos acercamientos e interpretaciones del territorio. Teniendo en cuenta el formato de la exposición, que no depende de la idea de “pieza única”, se espera que este sea el inicio de una amplia itinerancia de la muestra.

Foto: Museo Nacional
Antibalas, la obra de Felipe Arturo.
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Lo que trae el 2020
Recientemente se ha agudizado la polémica en torno al manejo actual del Centro Nacional de Memoria Histórica, cuya orientación parece haber cambiado tras el paso a un gobierno que está en contra del proceso de paz. Creado por la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras de 2011, el Centro tiene entre sus objetivos la creación del Museo de Memoria de Colombia, gestión que comenzó en 2012 y que se vio materializada en la exposición piloto Voces para transformar a Colombia durante la Feria del Libro de Bogotá de 2018.
Sin embargo, el CNMH ha tenido una cuestionada trayectoria durante 2019, particularmente desde la designación de Darío Acevedo como director. La polémica más reciente fue la remoción del director técnico del Museo, Eduardo Tamayo Franco, una decisión precedida por señalamientos de una posible censura a los contenidos presentados en la itinerancia de Voces en Villavicencio, Cali y Cúcuta.
Pese a la reafirmación de que el Museo de Memoria será una realidad en 2021, la proyección de una institución que durante 2019 ha tenido cuatro directores al frente de la Dirección de Construcción de Memoria no es alentadora para una parte de la población.
Sin embargo, en torno a los procesos de representación de la memoria, ejemplos como el Museo El Mochuelo nos recuerdan que el Estado no es el único agente capaz de concertar y crear proyectos de memoria.
Diversas dinámicas han permitido que las ofertas expositivas se descentralicen. Al mayor acceso a la información en Internet se suma el desarrollo de una amplia oferta académica relacionada con la museología en instituciones como la Universidad Nacional y la Universidad Externado, así como en unidades académicas como el Centro Ático. Estos centros han permitido alimentar, con pericia profesional, iniciativas que nacen del trabajo de la comunidad con su propia memoria.
Hay que recordar que existe una Red Colombiana de Lugares de Memoria, que según cifras de 2018 está constituida por 27 lugares de memoria de origen de las comunidades y tres del gobierno. Se trata de lugares que nacen a la par de la esperanza y de las denuncias, y que seguirán luchando en 2020 para tener los recursos suficientes no solo para mantenerse sino para responder a la avalancha de horrores del conflicto armado, que parecen no tener fin.
*Profesional en Estudios Literarios de la Universidad Javeriana, magister en Museología y Gestión del Patrimonio de la Universidad Nacional de Colombia.