El crecimiento y las exportaciones se estancaron. La inflación aumentó y los remedios contra ella fueron peores que la enfermedad. El empleo se mantuvo pero la demanda interna se contrajo y, lo que es peor, seguirá esta tendencia el próximo año.
Diego Guevara*
Se frena el crecimiento
Hace un año escribí en Razón Pública que la economía colombiana se “rajaría” en 2016.
Esos pronósticos se cumplieron: según las cifras más recientes del DANE, el crecimiento económico del tercer trimestre llegó apenas a un 1,2 por ciento. La Gráfica 1 muestra cómo el aumento del PIB, que en el primer semestre estuvo cerca del 2,5 por ciento, se ha descolgado con una variación cercana al punto porcentual. En términos trimestrales, este es el crecimiento más bajo de la era Santos, a tal punto que las proyecciones han sido ajustadas nuevamente a la baja y para 2016 los principales analistas no esperan un tasa superior al 2 por ciento.
Los datos son contundentes y los efectos de esta marcada desaceleración se notarán con fuerza en la primera parte de 2017.
No hay duda de que estamos llegando a la parte más baja del ciclo, pero tal vez aún no hemos tocado fondo. Entre los gremios y los trabajadores hay gran incertidumbre acerca del 2017, y pese a que el gobierno pronostica un crecimiento del 3 por ciento, no hay mucho optimismo: se están viendo los costos de bajar agresivamente la inflación con una tasa elevada de interés, y la devaluación de la moneda no ayudó a las exportaciones.
Gráfica 1. Tasa trimestral del crecimiento del PIB
Fuente: DANE
Sectores en detalle
![]() Recaudos en zonas rurales para fortalecimiento en la economía del país. Foto: Presidencia de la República |
Como muestra la Gráfica 2, durante los tres primeros trimestres de este año los sectores que más crecieron fueron los servicios financieros, la construcción y la industria manufacturera; en cambio se contrajo la explotación de minas y canteras, como era de esperarse por los bajos precios mundiales de los productos mineros.
Como ha sido usual en los últimos años el sector que salió mejor librado fue el financiero (poco intensivo en empleo), que en los tres primeros trimestres creció entre el 3,8 y el 4,6 por ciento. Esta expansión fue jalonada por un notable aumento de la intermediación financiera que según el DANE se situó alrededor del 7,2 por ciento en el tercer trimestre. Aunque la cartera financiera se ha desacelerado, las personas siguen contrayendo nuevas deudas, como un modo temporal de mitigar la caída del consumo que en el largo plazo no será sostenible. De hecho, los datos de demanda interna también son preocupantes, pues esta ha caído a su nivel más bajo de los últimos seis años, un hecho consistente con la caída del comercio durante los tres trimestres de 2016 sobre lo cuales se tiene información.
En el campo de la construcción, las edificaciones no residenciales crecieron un 22,8 por ciento y las obras de ingeniería un 11 por ciento. Sin embargo la construcción de edificaciones residenciales cayó en un 0,8 por ciento, lo cual es un signo de la desaceleración de la economía. A esto hay que sumarle el inicio de un estancamiento en los precios de la vivienda que puede ser el preludio de una lenta caída de los mismos.
Finalmente, a comienzos de año el gobierno resaltó el buen comportamiento de la industria, pero esto se debió a la entrada en funcionamiento de la Refinería de Cartagena. Pero es erróneo pensar que la industria se está recuperando tan fácilmente después de dos décadas cuando las políticas de apertura, los TLC asimétricos y las tasas de cambio flexibles y revaluadas contrajeron la industria nacional.
Gráfica 2: Variación porcentual por grandes ramas de la economía I trimestre de 2016
Variación porcentual por grandes ramas de la economía II trimestre de 2016
Variación porcentual por grandes ramas de la economía III trimestre de 2016
Fuente: DANE
En este punto vale recordar que el gobierno atribuyó la dramática caída del PIB en el tercer trimestre al paro camionero. Es cierto que el transporte de carga es fundamental para el encadenamiento de la economía nacional, pero este hecho transitorio no explica la tendencia a la baja que pone en evidencia un modelo de crecimiento insostenible basado en las exportaciones de materias primas, la desindustrialización y la obsesión por la inflación.
El empleo
Como muestra la Gráfica 3, la tasa de desempleo no parece reflejar la realidad del PIB, pues esta se ha mantenido en un solo dígito. Vale la pena entonces evaluar las razones de esta situación.
Gráfica 3. Tasa de desempleo anual
Fuente: DANE pronostico –Pronóstico MHCP
Una de las explicaciones consiste en que la desaceleración del crecimiento se debió sobre todo al sector minero energético, que es poco intensivo en mano de obra. Y aunque la crisis en este sector es dramática para quienes disfrutaron del boom, esta población pesa poco porcentualmente en el total de empleados del país.
Tampoco pueden olvidarse los muy altos niveles de informalidad: si una persona pierde su empleo formal y pasa al mundo informal la cifra del desempleo no cambiará, aunque su capacidad de compra sí se verá recortada. Por eso los cambios en la tasa de desempleo pueden ser menores pero los efectos sobre el consumo y la calidad de vida serán notables.
Exportaciones estancadas
![]() Ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas en presentación de resultados. Foto: Ministerio de Hacienda |
El “mágico” crecimiento de las exportaciones (Gráfica 4) gracias a una tasa de cambio devaluada (Gráfica 5) fue otra de las ideas que perdió fuerza a medida que avanzó 2016. Esto puso en evidencia nuestra marcada dependencia de las materias primas, la caída de los términos de intercambio y los efectos de la contracción del flujo de capitales hacia América Latina.
Gráfica 4. Valor mensual de las exportaciones.
Gráfica 5. Tasa de Cambio Nominal Peso Colombiano/ Dólar Americano
Para matizar la debacle el Ministerio de Hacienda empezó a decir que una tasa de cambio de 3.000 pesos por dólar creaba oportunidades para los exportadores y para la industria nacional. Pero la realidad fue otra y las exportaciones no han despegado a pesar de que el promedio del cambio se ha mantenido alrededor de los tres mil pesos. Como se puede ver en la Gráfica 4, las exportaciones siguen estancadas.
La idea de una tasa de cambio devaluada como motor de la industria y el crecimiento olvidó que el país descuidó el sector de exportaciones de bienes manufacturados en las dos últimas dos décadas y nos quedamos solo con las exportaciones de materias primas. Aunque tengamos una tasa de cambio competitiva, muchos de los sectores manufactureros exportadores desaparecieron en los últimos años. Para reconstruir la industria colombiana de bienes exportables se necesitan bienes de capital y en el país se producen pocos, así que estos usualmente se adquieren en el exterior, pero un precio del dólar tan alto hace impensable invertir en ellos.
En las últimas semanas han desaparecido los discursos del ministro Cárdenas donde hablaba de una “nueva economía”, pues esta no es posible con un crecimiento de tan solo un 1,2 por ciento, con exportaciones estancadas y con una agresiva reforma tributaria que afectará el poder adquisitivo y no tendrá efectos redistributivos.
Bajar la inflación salió caro
Otro lunar de la economía colombiana en 2016 fue la alta inflación del primer semestre del año, motivada principalmente por el fenómeno de El Niño y por la devaluación del peso. Como se puede observar en la Gráfica 6, la inflación alcanzó su pico hacia mitad de este año, lo cual indujo un aumento agresivo de las tasas de interés por parte del Banco Central.
Gráfica 6. Tasa de inflación
Fuente: DANE y pronóstico MHCP
Este comportamiento era de esperarse y aún hoy tenemos una tasa de interés de 7,75 puntos, que el emisor no ha rebajado aunque la inflación empezó a ceder. Recientemente se han oído invitaciones (incluyendo la del presidente Santos) a que el Banco sea más flexible con la tasa de referencia, pero estas voces no han tenido eco.
La apuesta del Banco de la República y su junta fue clara: bajar la inflación sacrificando el crecimiento con la ilusión de volver a una estabilidad de los fundamentales macroeconómicos que garantice el crecimiento “ordenado”. Esta estrategia agresiva ha dado frutos y seguramente el año finalizará con una inflación inferior al 6 por ciento, pero no se puede celebrar con bombos y platillos el haber controlado el alza de los precios a costa de frenar el crecimiento y la generación de empleo: el aumento excesivo de las tasas de interés y la rigurosa aplicación del régimen de inflación objetivo sin duda ayudan a explicar la desaceleración del crecimiento económico.
El año que viene
El 2016 fue el año más difícil para la economía colombiana después de la crisis global de 2008-2009, y por más que se intente disimular la desaceleración las perspectivas no son alentadoras para 2017.
Salir de este hueco exigirá un doloroso ajuste fiscal y una reforma tributaria que profundizará la desigualdad en el país. Por otra parte, aunque el nuevo aumento de los precios del petróleo es una luz de esperanza, los niveles de inversión en el sector minero energético no volverán al mismo ritmo que tuvieron cuando crecíamos al 8 por ciento.
Solo queda esperar que las ilusiones de paz que nacieron este año no se vean obstaculizadas por políticas de austeridad con efectos recesivos y beneficios para el 1 por ciento de la población más rica de Colombia.
*Profesor de la Universidad de La Sabana y de la maestría en Ciencias Económicas de la Universidad Nacional.